Arcos
Viudo
Así como cualquier buena banda, en cualquier estilo de música, no se entiende sin The Beatles, esta Selección no se entiende sin Bielsa.
Soy de los que levantan la mano cuando preguntan por los viudos de Marcelo Bielsa. Lo asumo. Y qué. Al que le molesta, mala suerte. Cuando vuelvo a escucharlo se renueva mi admiración por un entrenador de esos fundacionales, de esos que marcan una ruta mucho más allá de los resultados, mucho más allá de los bordes de una cancha de fútbol.
No creo en las posiciones polares. Por eso respeto, admiro y aplaudo a Jorge Sampaoli y Juan Antonio Pizzi. Ambos son ganadores. Los dos le sacaron rendimiento a un grupo de futbolistas fantásticos (nada se logra sin buenos jugadores), cada uno con su impronta, sus matices y sus diferencias con Bielsa. Pero no es posible entender las dos Copa América ganadas sin el antecedente del Loco, que de Loco no tiene nada.
En un seminario en Brasil, flanqueado por sus colegas Tite y Fabio Capello, Bielsa dijo, entre otras cosas, que Sampaoli no era su discípulo sino que era mejor que él, sobre todo por la capacidad elástica y de adaptación del casildense, quien fue capaz de modificar su forma de jugar con tal de obtener un logro. Bielsa, en cambio, sacrificó resultados, perdió torneos y campeonatos, se ganó eliminaciones, con tal de no mover su ideario. La humildad del rosarino contrasta con Sampaoli, técnico de enorme capacidad, quien durante su paso por la Roja le dijo a varios cercanos que no entendía por qué el público, el hincha y hasta los medios de comunicación, valoraban más el trabajo de Bielsa que el suyo, cuando no había ganado títulos.
El paso de Marcelo Bielsa en Chile fue esencial en forma y fondo. Fue relevante para la carrera de los jugadores, un grupo extremadamente talentoso, cuya base venía de ser terceros del mundo con José Sulantay hace exactamente una década en el Mundial de Canadá. Pero estos jugadores estaban en proceso, en el momento de dar el salto real o quedarse estancados en la eterna promesa. Historia repetida. En ese tránsito el rosarino fue fundamental para sus carreras. Para pensar en grande. Para asumir que para ganarle a cualquiera tienes que esforzarte al máximo. Porque reconocer que un rival es mejor que tú no es considerarlo invencible, es instaurar como lema dar el máximo de condiciones para estrechar ese margen, esa diferencia y poder vencerlo. La herencia de Bielsa traspasa, por lejos, los márgenes de una cancha. Es la ética del trabajo. El respeto por el otro. Jugar en todos lados de la misma forma. Respetar para ser respetado. Valorar cada detalle, porque lo esencial es invisible a los ojos.
Marcelo Bielsa es de esos entrenadores, como lo fue Fernando Riera, que sientan bases para el desarrollo posterior, que instalan métodos, forma y concepciones que van más allá de la moda o táctica de turno. Lo más mágico de hablar de fútbol es que nunca es sólo fútbol. Es todo lo demás.
Claudio Borghi dijo que el ex entrenador de Newell's había dejado más viudas que la Segunda Guerra Mundial. Yo soy uno de ellos. Sin vergüenza lo asumo. Creo que somos varios. Solo los extremos no entenderán que esto no es considerarlo perfecto ni querer que se hubiese quedado para siempre. Tiene ripios. Muchos. Y se fue de Chile cuando tenía que irse. Pero por alguna razón lo seguimos donde vaya, miramos sus equipos, admiramos sus palabras.
Así como cualquier buena banda, en cualquier estilo de música, no se entiende sin The Beatles, esta Selección no se entiende sin Bielsa.
Algunos lo critican con el mismo argumento poco creativo. Dicen que en Chile no ganó nada. Pero no se dan cuenta todo lo que ganó Chile con su trabajo. Esos no entendieron nada. Nada de nada.