Arcos
Ángel para un final
La historia se cuenta al final. Se relata cómo termina. Para llegar a eso es necesario recorrer con templanza un camino pedregoso. Entender que el objetivo se consigue solo tras el pitazo de sentencia. No antes. Ese es quizás el gran mérito del título de la Universidad de Chile. Habrán consideraciones técnicas más finas, detallistas, pero el elemento central de este equipo radica en la fe, en el espíritu. No hablo de dioses ni apóstoles, ni la Palabra ni los sermones. Hablo de creer. De confiar. De comprender que la recompensa está en el camino pero no se festeja hasta el final.
De reojo miraron a Ángel Guillermo Hoyos cuando asumió en la Universidad de Chile. Venía desde Bolivia y en nuestro medio se mira con desdén al fútbol altiplánico. En la retina estaba el empate de la selección que dirigía contra Chile, un 0-0 con el equipo metido dentro del área. Pero Hoyos superó el prejuicio y se ganó la confianza donde más importa, en el vestuario.
No era fácil la tarea. Sendos fracasos con Becaccece y Castañeda. Actos de indisciplina. Buenos jugadores con rendimientos muy bajos para su potencial. Referentes que disparaban contra la dirigencia. Dirigentes que no se mordían la lengua y se instalaban en el tablero de los protagonistas, cuando no les corresponde. Hoyos supo ganarse el camarín. Mantener la prudencia en un comienzo que no fue el mejor. Pero encontró el equipo. Herrera, Jara, Beausejour, Reyes, Lorenzetti alzaron su desempeño. Mora entró para romperla. Se fue la Gata Fernández y el ex audino no dejó pasar la chance. Al contrario. Se convirtió en el jugador más importante del campeonato Los juveniles no destiñeron y un crack, como David Pizarro, se puso el overol. Se sentó en la banca, remó desde un lugar secundario, aportando en la interna y en la cancha.
La fe en sus herramientas le permitió a la U una remontada histórica. En un torneo corto, en el campeonato más corto del mundo, seis puntos es demasiada ventaja. Esa distancia tuvo Colo Colo, que fue líder once de las quince fechas del torneo, pero que dilapidó toda su ventaja por errores no ajenos. Su entrenador se nubló, vio fantasmas donde no existían, cayó en la soberbia y perdió esa ventaja en la penúltima fecha del certamen.
Pero la altanería de Guede no es culpa de la U ni menos de Ángel Guillermo Hoyos. Al contrario. Universidad de Chile es campeón por méritos propios. No le debe favores a nadie. Con justicia total.