Arcos
Chile ganó…
La primera final perdida que recuerdo fue en la Copa América de 1987. Chile cayó con Uruguay por la mínima. Lloré desconsolado. Sentí que la gloria siempre se iba a brazos ajenos. A nosotros los chilenos nunca nos tocaba. Tuve que esperar hasta el 2015 para celebrar un título con la selección.
Esta derrota en la final de la Copa Confederaciones fue diferente. Estoy más viejo, pero lloro más que antes cuando la emoción aparece sin anunciar. No derramé una sola lágrima. Sentí rabia. Fastidio. Este equipo no mereció perder la final. Al menos no jugó menos que su rival de turno. Caer nunca es bueno, menos en un deporte de alta competencia. Pero este cotejo, este sinsabor, sólo confirma lo que algunos defendemos con pasión. La forma siempre es importante. Fundamental. El modo. El método. No es lo mismo ganar jugando mal con un penal inventado que vencer por goleada mostrando un buen juego. Y no es lo mismo perder colgados al travesaño, haciendo la hora, pegando chuletas, que caer peleando, dominando las acciones, generando ocasiones, ahogando al rival, sea quien sea. Es perder igual, estamos de acuerdo, pero enfocarse en la forma es la pócima para encontrar un estilo, preservarlo y defenderlo. Eso hace Chile. Eso, por definición, es una victoria.
Chile perdió la Copa Confederaciones, pero ganó. Ganó en la confianza renovada de Claudio Bravo, elegido el mejor arquero del torneo. Llegó al certamen tras una temporada agria en el Manchester City. Una lesión le impidió estar en los amistosos y los dos primeros pleitos. Volvió con la seguridad propia de uno de los mejores del mundo en su puesto. Contra Portugal tuvo una noche heroica.
Chile ganó. Ganó dos laterales que hicieron un torneo formidable. Mauricio Isla y Jean Beausejour son indiscutibles, casi irremplazables. Lo mismo que la pareja de centrales, Gary Medel y Gonzalo Jara. Paulo Díaz asomó como un reemplazo a tener en cuenta.
Chile ganó. Ganó jugadores de jerarquía extraordinaria, como Alexis Sánchez y, sobre todo, Arturo Vidal, que demuestra partido a partido que su nivel alcanza registros asombrosos. Ganó Charles Aránguiz quien no tuvo una buena temporada en la Bundesliga y jugó contra Portugal uno de esos partidos que se quedan enquistados en la memoria.
Ganó Chile. Ganó en Pedro Pablo Hernández una nueva variante. Me atrevería a decir que en esta Copa Confederaciones el Tucu Hernández se quedó con una camiseta de titular para las eliminatorias.
Perder nunca es agradable. Será el cuerpo técnico y los jugadores quienes saquen conclusiones más tajantes. Los de afuera, los de palo, solo opinamos, sin que nuestra voz sea necesariamente relevante. Desde esa vereda secundaria me parece que esta historia no ha terminado. Chile debe asegurar su clasificación al Mundial de Rusia del próximo año, para ir a recuperar aquello que un accidente le arrebató. El sueño de seguir mostrando una forma, un estilo, una ideología que ya parece adjetivo: jugar a la chilena. Y eso es una victoria por dónde se le mire.