Arcos
Respeto por Don Nelson
Era un secreto a voces lo que fue publicado este domingo por La Tercera. Nelson Acosta padece alzheimer. Quienes hemos conocido de cerca esa enfermedad sabemos que es momento de respetar a sus más cercanos, porque es un camino complejo y tremendamente injusto. Una enfermedad traicionera, que nos deja perplejos y con preguntas sin respuestas. Se requiere humildad y coraje para mirarla a los ojos.
Acosta está en la historia del fútbol chileno aunque a muchos les moleste. Un lugar que se ganó, con cualidades importantes y con el recuerdo de ser el hombre indicado en el momento preciso. Muchos han hecho una caricatura de Nelson Acosta. Se quedan detenidos en sus defectos y vicios, propios de una vieja escuela en el fútbol, pero no en sus atributos. Han dicho que el uruguayo nacionalizado tenía una proverbial fortuna que lo acompañaba. Falso. Lo de Acosta fue relevante y su sitio en la bitácora no podrán borrarlo, aunque les encantaría.
El Pelado fue un futbolista furioso, en el sentido literal del término. Llegó a Chile después de jugar en Peñarol, donde en los 60 y 70 no cualquiera era titular. Jugó en Everton, O’Higgins y Fernández Vial. En la cancha era como afuera. Rudo en la marca, temperamental, con buen ojo y sentido de la ubicación. Cuando debía pegar lo hacía. Podía perder, pero Acosta entregaba la camiseta empapada.
Como entrenador hizo campañas meritorias en los equipos donde jugó. Con Vial, con O’higgins. Fue campeón con Everton y Cobreloa. Dirigió una Unión Española de ensueño en la década del 90. El Coto Sierra, Mario Lucca, Juan Carlos González, Ricardo Perdomo, Mario Salas, Pablo Galdames, el Pony Ruiz, Cristián Montecinos, José Luis Sánchez, Carlos Morales. Ese equipo le permitió saltar a una Roja traumada, que venía de no jugar un Mundial desde España 82, que venía de sufrir un castigo por tramposo, que venía desde la verborrea inconducente de Azkargorta. Y Acosta le dio forma, dirigió a la mejor dupla de delanteros de nuestra historia, con Iván Zamorano y Marcelo Salas pulverizando los arcos. Ganó en Wembley. Y fuimos a un Mundial.
Muchos somos hijos de esa generación. Muchos vimos por primera vez a Chile en una instancia planetaria en Francia 98. El himno, los goles de Salas, la derrota ante Brasil. Pero en un Mundial. Chile fue un país feliz en esos años 97-98 y Nelson Acosta tuvo mucho que ver en eso.
Acosta hizo debutar a Alexis Sánchez a los 15 años en Copa Libertadores. A los 16 lo nominó a la adulta y lo puso de titular en un amistoso contra Suecia en Estocolmo. Acosta hizo debutar en la selección a Claudio Bravo, Gary Medel y Arturo Vidal. Cuando le dio a Claudio Bravo la responsabilidad del arco chileno lo llamó a su habitación en la víspera de un duelo eliminatorio contra Colombia en Barranquilla.
Ningún técnico dirigió más partidos que Nelson Acosta por la selección chilena y eso que nunca condujo a uno de los denominados grandes de nuestra competencia.
Antes que se vaya la memoria es necesario protegerla. Antes que los recuerdos se marchiten o los rostros se confundan. Para ser grandes hay que respetar. Antes de que sea tarde, dejar testimonio del legado y del respeto perpetuo. Con poca gente conversé tanto de fútbol como con Acosta, cuando me quitaba mi libreta de apuntes, fingía un enojo y dibujaba el esquema que iba a usar Chile.