La fallida apuesta táctica de la Roja en la derrota ante Brasil
Pizzi optó por modificar el sistema de juego, buscando contener a su rival y atacarlo con peligro. Sin embargo, el plan solo tuvo 45 minutos de eficacia.
La inestabilidad física de Charles Aránguiz y el descarte de última hora de Francisco Silva por una lesión muscular afectaron la tranquilidad de la Roja antes del trascendental partido contra Brasil. Chile venía empleando un sistema de juego 4-3-1-2, pero en tales circunstancias Juan Antonio Pizzi sorprendió con un nuevo esquema posicional (4-2-3-1).
En Sao Paulo, la Selección actuó con la histórica línea de cuatro en defensa (Isla, Medel, Jara y Beausejour). A partir del mediocampo hubo importantes modificaciones: el DT alineó un doble '6', conformado por Aránguiz y Pablo Hernández, respaldando la labor de los tres mediapuntas (José Pedro Fuenzalida, Jorge Valdivia y Alexis Sánchez). En ataque, Eduardo Vargas fue el centrodelantero.
Buen comienzo
Durante el primer tiempo, la faena de Chile fue adecuada. Brasil tuvo dos ocasiones de gol, que fueron bien controladas por Claudio Bravo. La Roja llegó con un cabezazo de Vargas y un disparo de Sánchez. El plan de juego era evidente: reagrupamiento defensivo en la zona central de la cancha, matizado con presiones ocasionales sobre la salida local, y no apresurarse en ofensiva, dándole importancia y tiempo a la circulación del balón.
En fase defensiva, el ordenamiento fue casi total. Solo Alexis tendió a perder su ubicación, dejando libre a Dani Alves para avanzar por la derecha. Sin embargo, Valdivia, denotando gran rigor táctico, asumió el rol del tocopillano, se abrió hacia aquel sector y tomó la marca del lateral. El resto se mantuvo férreo, con la líneas compactas, actuando en bloque y dejando pocos espacios para el estético maniobrar del cuadro local.
Fin de la resistencia
En el comienzo del segundo tiempo, Brasil profundizó y aceleró su juego. Sin Aránguiz, quien fue reemplazado por Erick Pulgar, Chile sufrió. Más todavía con la apertura de la cuenta de Paulinho, a los 54 minutos. Hasta el instante, no había recuperación del balón en la Roja y el local sometía con un manejo de la pelota que amenazaba con terminar en gol. Así ocurrió.
Vino entonces el momento fatal. Brasil se reagrupó defensivamente tras el primer tanto y la Selección cayó en la trampa. Tras una pérdida del balón, y con ambos laterales desplegados en amplitud y muy lejos de sus zonas de custodia, el Scratch anotó el segundo gol gracias a un contraataque. Ahí murió el partido.
Después no hubo peso en ataque para inquietar al elenco local. Vargas, muy poco movedizo para ofrecerse como apoyo y también estático en la presión sobre los centrales, no incidió. La proyección de los laterales fue escasa y no hubo asociaciones con los aleros, en términos de "tocar y pasar", para obtener profundidad ofensiva. Solo Sánchez algo inquietó. Sin embargo, lo hizo en base a individualismos y no en el contexto de un plan general para "atacar en desesperación" durante los último minutos.