El futuro técnico de Chile
El mazazo de la eliminación a Rusia aún duele. Ver el Mundial por tv no tiene gracia alguna. Quedarse estancado en las directas o indirectas declaraciones dentro del plantel aporta al comidillo, muy propio de nosotros los periodistas, pero sirve poco en el camino de las soluciones.
Mirando hacia adelante, no estamos en la orfandad que significaron otras eliminaciones. La memoria es frágil, pero las clasificatorias rumbo a Japón-Corea 2002 y Alemania 2006 fueron un desastre. Chile terminó último en el primero de estos ejemplos. Último. Nadie quería venir a jugar por la Roja.
Nadie quería dirigir al equipo. Algunos futbolistas, como Jorge Vargas, pagaban de su bolsillo el pasaje para jugar por la selección y no abandonar el buque. Para el 2006 la historia no fue tan diferente. Se partió bien y se terminó mal. Quizás el mérito de ese período fue la aparición de nombres como Claudio Bravo, Arturo Vidal, Gary Medel, Alexis Sánchez, que después fueron el soporte del grupo por una década.
Ahora no estamos en pelota. Si esperamos que todas las generaciones de Chile jueguen como este grupo de jugadores, estamos en un error empírico. Jugadores como Vidal y Sánchez surgen cada 25 años. A sacarse la venda de los ojos. El recambio no tiene el mismo nivel, pero tampoco hay que defenestrarlo a la primera, sin que tengan la chance de demostrar en cancha si pueden cumplir o no con la camiseta roja. Hombres como Paulo Díaz, Erick Pulgar, Felipe Mora, Nicolás Castillo, comenzarán a circular con más frecuencia en las formaciones de Chile. Los buenos jugadores se ponen solos. Los que no rinden, se envían ellos mismos a la banca.
Los jugadores surgen de los clubes. El área formativa, en la era de la sociedades anónimas deportivas, está al debe. El torneo nacional requiere un ajuste. Porque es acá, en nuestra competencia, donde aparecerán los nuevos valores. No hay otra fórmula para mejorar el rendimiento de una selección que potenciar su torneo local. En la mirada larga, la que vale.
Los caminos conducen a que Manuel Pellegrini sea el nuevo entrenador. Su capacidad y liderazgo son evidentes. Su impronta a nivel mundial lo han convertido en el técnico más exitoso en la historia del balompié chileno. La impresión, desde afuera, es que Chile y Pellegrini merecen cruzar sus caminos. Pero ojo, a no cerrarse a otras opciones. Dividir las posiciones en ejemplos binarios, yo o el caos, sólo genera confusión y nubla el panorama.
¿Qué queremos del técnico de Chile? Que mantenga la impronta del equipo. Que Chile vuelva a jugar como Chile. Con algunos días de distancia, quizás la razón más poderosa que explique la eliminación de la Roja, más allá de los cahuines, es que tras la Copa Confederaciones el equipo jamás recuperó el tono futbolístico. Ni siquiera en la victoria contra Ecuador. Esto refuerza la idea en la que algunos creemos: cuando quieres ganar como sea, aunque sea jugando mal, casi siempre pierdes. Y te quedas sin nada a favor en la cosecha.
Muchos hablan de mano dura. Más que ese régimen marcial, creo en el liderazgo. No por hablar más fuerte se habla más claro. No por tener a los jugadores encerrados van a rendir mejor. Marcelo Bielsa les daba más jornadas libres a los jugadores y el equipo rindió como pocas veces. Sampaoli perdonó actos de indisciplina y el equipo lo ganó todo. Incluso Pizzi, con su método, ganó la Copa América Centenario. El liderazgo no siempre se ejerce con el látigo. Requiere de convicción y actitud, por parte del cuerpo técnico pero también de los jugadores.
El esquema da igual. Línea de cuatro. Tres en el fondo. Dos delanteros. Un enganche clásico. Cada maestro tiene su libro. Con todos se ha ganado y con todos se ha perdido. La coherencia en el trabajo, comprender que en el camino está la recompensa. No creer que se gana jugando como sea. En toda crisis se esconde una oportunidad. Ojalá todos podamos aprovecharla.