Hernandez
Azul superficial
Con todo, el equipo de Hoyos necesita mejorar, dotar a su juego de algo más, no depender tanto de la jerarquía de algunos de sus jugadores.
Más allá de los cuestionamientos de algunos jugadores de Universidad de Chile al árbitro Eduardo Gamboa y los halagos de Ángel Guillermo Hoyos a su equipo, de quién dijo sentirse conmovido por su entrega (¿alguna similitud discursiva reciente?), lo cierto es que los azules fracasaron en su intento por alcanzar la triple corona de 2017 ante el mismo rival al que, una semana antes, habían vencido a domicilio.
Se dirá que así es el fútbol y en una final pasa cualquier cosa. Cierto. Pero el análisis, en el caso de la U, debe ser más profundo porque en las próximas tres fechas del Torneo de Transición se juega el objetivo más importante del segundo semestre: el bicampeonato del fútbol chileno.
Hace un largo rato que el equipo de Hoyos no juega bien, pero gana. Saca la tarea adelante, con pragmatismo, oficio y un estilo futbolístico menos lucido de lo que muchos de sus hinchas quisieran. ¿Cuál es el punto? Qué como viene firme en los resultados, arremetiendo con fuerza, habiendo ganado el clásico ante Universidad Católica, sin ruidos internos en el plantel y con los jugadores completamente comprometidos con el proyecto, el funcionamiento óptimo quedó derivado a un segundo plano. Por eso la derrota ante los caturros es una máxima clarinada de alerta.
Ganar la Copa Chile era un título honorífico para la U. Siempre es mejor sumar una copa que un puñado de medallas. Pero técnicamente el cuadro azul ya estaba clasificado a la Copa Libertadores. En ese contexto, una victoria hubiera significado más bien un importante refuerzo en el diseño de Hoyos que en el último tiempo estuvo muy dependiente del pelotazo largo a Pinilla, el desdoblamiento de Matías Rodríguez, la lucidez de Lorenzo Reyes, la notable irrupción de Nicolás Guerra y el ordenamiento que podía generar David Pizarro en los segundos tiempos. En síntesis, un equipo con menos variantes de las esperables para un candidato al título. Este sábado, en Concepción la salida por lesión de Pinigol fue determinante y desnudó la falta de un mayor juego asociado en la zona de los volantes. A la U le está penando la falta de Gustavo Lorenzetti y encima perdió a Guerra por una fractura que le significará quedar fuera el resto de la temporada.
¿La U puede ser campeón jugando así? Sí. Cada vez que se ha puesto en ventaja, la administra con eficiencia. Y puede seguir haciéndolo. El problema fue cuando le convirtieron el primer gol, como en Collao, y no pudo revertir el resultado. Habrá que ver los alcances de la lesión muscular de Pinilla y esperar que Isaac Díaz, pese a su escasa continuidad, esté a la altura en caso de que el nueve no se recupere de aquí al sábado 25. Si Colo Colo se enreda ante Everton, la U puede dar un paso valiosísimo hacia el título.
Con todo, el equipo de Hoyos necesita mejorar, dotar a su juego de algo más, no depender tanto de la jerarquía de algunos de sus jugadores. Si bien ante Wanderers la baja de Ubilla fue perjudicial, resultó raro ver a Zacaría con perfil cambiado y a Guerra jugando de mediapunta. Un equipo nominalmente ofensivo, que tuvo mucho más la pelota que Wanderers, pero nunca presionó la salida con los pies de Castellón. Extraño. Así juega esta U.
El título del Decano fue un bálsamo, una conquista entrañable para una institución fundadora que pese a ganar un boleto a la Libertadores 2018 debe ahora asegurar su permanencia en primera división. Notable planificación de Nicolás Córdova quien en sus más de diez años en Italia jugó preferentemente en equipos de medianía de tabla que tenían muy aprendido el libreto cuando debían visitar Milán, Roma o Turín. De manual la eficiencia de los caturros que liquidaron el partido habiendo tenido sólo el 35 por ciento de la posesión del balón.
La U independiente del doloroso traspié copero seguirá hasta el final en la discusión por el título del Transición. La caída en Concepción era una amenaza real por la falta de un fondo futbolístico más sólido. Ahora, la pregunta es cómo se adquiere en dos semanas. ¿Moviendo el peral? ¿Transformando a Pizarro de un administrador de triunfos parciales a un volante netamente propositivo? ¿Esperando que Ubilla y Pinilla puedan volver a jugar juntos lo antes posible? ¿Confiando en Yerko Leiva? No está fácil. Pero insisto, así como está el torneo, el Romántico Viajero puede ser campeón igual y estás consideraciones volverán a quedar debajo de la alfombra. Hagan sus apuestas.