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Este 17 de noviembre se cumplen dos años del escape de Sergio Jadue a Estados Unidos. Yo estaba en Uruguay cuando el calerano tomaba un avión rumbo a Miami, según él, para irse de vacaciones junto a su familia. Mientras en Montevideo Chile perdía por 3-0, en Santiago se escribía el capítulo más negro en la historia directiva de nuestro fútbol. El timonel de la ANFP huía, protegido por Estados Unidos, luego de reconocer sobornos durante su gestión. Se marchó y fue custodiado por la policía federal americana como testigo protegido, elegante nombre con que los gringos llaman a los soplones.

Todo eso lo sabemos hoy, pero ese 17 de noviembre estábamos perdidos, descolgados. La prensa chilena se subió por la puerta de atrás a una micro que ya estaba en marcha. Y es necesario admitir que estuvimos mal. Parafraseando a Hernán Clavito Godoy, fuimos lentos y pavos.

Es cierto que el FBI tiene toda una estructura, un aparataje y un presupuesto para investigar hasta el hilo más fino en cualquier investigación. Es cierto que es muy difícil mentirle a la oficina de inteligencia americana, porque su nivel de datos y forma de presionar es incomparable. Pero también es cierto que nosotros, la prensa nacional, empezamos muy tarde a investigar sobre un desfalco y un fraude del cual todos habíamos oído, pero que nadie abordó con la profundidad que requería el caso.

Hay explicaciones, pero la mayoría agravan la falta. Los éxitos deportivos desviaron el foco hacia otra parte. Jadue tuvo la fortuna de que la mejor generación de futbolistas chilenos de todos los tiempos levantaba copas mientras sus acciones, reñidas con la justicia y la ética, pasaban desapercibidas. Es cierto que existía la sospecha permanente que acciones oscuras se urdían en la ANFP y fueron muchos quienes las insinuaron, pero ninguno de nosotros entró de frente a mirar la basura bajo la alfombra. Es cierto que muchos colegas, con tal de tener datos de primera fuente, a veces hacen vista gorda porque lo que realmente importa, se supone, es la pura pelotita. Pese a que todas estas explicaciones son reales, no hay forma de desconocer que estuvimos mal. Entramos tarde. No denunciamos cuando había que denunciar y hoy aparecemos con un discurso uniforme criticando, como se merece, a Sergio Jadue y sus secuaces. Pero cuando había que hacerlo, no lo hicimos.

Es más, cometimos un error imperdonable. Premiar a Jadue como el mejor dirigente por el Círculo de Periodistas Deportivos. Es cierto, después le quitaron el galardón y la entidad reconoció públicamente su equivocación, pero el daño ya estaba hecho. Ahí estuvimos mal todos porque ninguno, ninguno, absolutamente ninguno, levantamos la voz para decir que no debían premiar al presidente de la ANFP porque era un corrupto. El que diga hoy que siempre lo criticó, miente.

Después nos subimos todos. Enhorabuena. Se hicieron estupendas investigaciones del caso. Un par de muy buenos libros. Se sabe buena parte de la verdad, aunque todavía queda por revelar. Ya se conoce que Chile era un engranaje más en una estructura mayor de corrupción. No sabemos cómo terminará esta historia. Sabemos cómo empezó y en la introducción entramos tarde. Partimos mal. Hicimos mal nuestro trabajo.