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En el potrero de Sudamérica

A los hinchas de los clubes involucrados les da rabia. A los que nos gusta el fútbol de toda la vida, nos da pena. Parecida a la que sentimos hace largos años, cuando Venezuela le ganó a la Roja de Pedro García en el Estadio Nacional -en los tiempos que perder con la Vinotinto era una ignominia-, y que Chile terminó colista de las eliminatoria rumbo a Corea Japón. El desempeño actual de los equipos chilenos en las copas internacionales es paupérrimo: dos triunfos en los últimos 20 partidos.

Es demagogia pura decir que los torneos cortos tienen la culpa de todo. Las razones de la debacle con más profundas y abarcan a todos los estamentos: jugadores, dirigentes, entrenadores, arbitrajes, autoridades fiscalizadoras y el sistema de las sociedades anónimas deportivas.

La exitosa Selección bicampeona de América fue el espejismo que ocultó la aridez. Hoy, sin Chile en el Mundial y sin grandes expectativas en los torneos internacionales de clubes, se llega a la realidad pura y cruel. Tan inhóspita como un desierto.

Hace un par de semanas, Jorge Valdivia bromeó con que la receta para jugar de visita era "colocar el bus del Pelao Acosta en el arco". La caricatura no se condice, por ejemplo, con la Unión Española dirigida por el técnico uruguayo que le ganó al Cruzeiro de Dida, Toninho Cerezo y Ronaldo, por la Copa Libertadores de 1994. Ese equipo del Carreño, Sierra, Montenicos, Figueroa, Perdomo y Lucca, entre otros, volaba. Jugaba a una velocidad  que, comparada con la Unión actual, la hace verse como el Santos de Pelé o el Sao Paulo de Telé Santana. Está al alcance de la mano para verlo en Youtube.

Se suponía que el fútbol de antes era más lento, las pelotas y los zapatos de fútbol eran más pesados, las canchas eran peores, los árbitros saqueaban apenas cruzabas la cordillera y los rivales te amedrentaban con estoperoles de aluminio afilados con esmeril o con historias de vínculos con los carteles de droga. Pese a todo eso, ver en el mismo Youtube al Cobreloa del 81 y 82, al Colo Colo del 73 y 91, de la UC del 93 y a la U del 96 y 2011, es un deleite. Y cada año que pasa se disfruta más, porque es más lejano en el tiempo y en la categoría.

Con todo lo apichangada que era la estructura del fútbol en décadas pasadas, la figuración pasaba de decorosa a brillante en el campo internacional. Hoy, cuando supuestamente hay más, bastante más, se cosecha menos, poquísimo.

Las prioridades parecen ser otras: los tatuajes, el corte de pelo, la adicción compulsiva a las redes sociales y el agente con buenos contactos en Europa, donde hoy es más fácil llegar que antes. El club tiene que verse moderno -aunque no necesariamente lo sea- y con dueños poco capacitados que lo ven como un juguete que, algunas veces, les permite presumir ante sus amigos.

Así es como, entre muchas otras cosas más, el fútbol chileno llegó a situarse en el potrero de Sudamérica.