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¿Respeto?

La expectativa era que Reinaldo Rueda aclarara todo, especialmente después que el presidente de la ANFP no lo hiciera el jueves al llegar a Suecia. Pero el nuevo entrenador de la selección chilena no lo hizo. Fue neutro, insípido y, más encima, utilizó viejos recursos retóricos para hacerle el quite al bulto.

Claudio Bravo se restó de la convocatoria de los amistosos en Escandinavia. No solo eso, fue duro y denunció situaciones anómalas de la ANFP. Más allá aún. Fue ofensivo con Arturo Salah al compararlo con un delincuente. No se trata de ponerle más leños a la hoguera ni echar a pelear a ambos bandos. Se trata de aclarar un incidente mayor, que interesa a miles de seguidores de la Roja y que fueron los propios protagonistas quienes se encargaron que tuviera dimensión pública y escandalosa.

El colombiano dijo que lamentaba que no estuviera el portero, que insistieron hasta el final para contar con él, que era una decisión del jugador y que no tiene las puertas cerradas para futuros procesos. La clave para entender el entuerto era si el seleccionador había aceptado la sugerencia de Claudio Bravo de incorporar a Julio Rodríguez como preparador de arqueros. Cuando se lo preguntaron, respondió: "Hay que tener respeto por la historia del fútbol chileno. No podemos centrar esta rueda de prensa, de un partido, en un hecho que está claro".

¿Qué está claro? No hay absolutamente nada claro.

Rueda habla de respeto. Eso es justamente lo que se merecen los seguidores de la Roja y no que estén subestimando permanentemente su inteligencia con un recurso tan burdo para eludir una pregunta. Fue parecida a la finta del capitán de Copa Davis cuando le preguntaron por las ordinarieces de su ayudante, en febrero pasado.

Ni Arturo Salah ni Reinaldo Rueda fueron capaces de clarificar un tema complejo, polémico y que debe ser resuelto. Fue Alexis Sánchez quien finalmente le hizo el trabajo de los demás. El tocopillano tuvo la voluntad, la seriedad y los pantalones para sentarse a hablar sobre el "tema Bravo", lo bueno, lo malo, lo que se podía decir y lo que no.

Es decepcionante. Porque las sensaciones que transmiten estos acontecimientos son malísimas: temor e intocabilidad.