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Arcos

Con el freno de mano puesto

Actualizado a
Antoine Griezmann y Lionel Messi.
JEFF PACHOUD GABRIEL BOUYSAFP

Se acabó la primera fase del Mundial. Algunos dicen que el torneo de verdad arranca recién en octavos. Discrepo. La fase de grupos es esencial para probar equipos, corregir errores y llegar mejor posicionados a las fases de eliminación directa. Sin el proceso inicial, con todo lo calculador que tienen estos pleitos, veríamos juegos aún más especulativos en las llaves venideras.

Con algunas excepciones, ha sido un campeonato de partidos parejos, cerrados. Los grandes ya no parecen gigantes inabordables. En base a la corrección táctica, al juego prolijo y a una preparación física adecuada, los equipos de menor calidad le pelean los duelos a los que ganan siempre. Es cierto, en general siguen pasando los mismos, pero los partidos ya no son pan comido para nadie. Los favoritos son difusos y el peso de la camiseta ya no es suficiente para ganar.

Lo de Alemania fue un golpe inesperado. Un fracaso deportivo que tiene varias razones. Todos daban a los germanos como candidatos, menos ellos mismos. El técnico Joachim Low había hecho su diagnóstico hace meses. En noviembre del 2017 señaló que volver a levantar la Copa era una tarea casi imposible. En marzo del 2018 no sólo reforzó esta idea, sino que insinuó que el proceso de recambio que encabezaba no tenía intérpretes tan destacados como en antaño y que difícilmente escalarían muy arriba. Sin embargo el fracaso del campeón del mundo es puntual. El método de trabajo, la planificación, el sistema de recambio, la fuerza de su liga local, ha sido un plan exitoso por más de cinco décadas. Esa es la ventaja cuando el proceso es el que manda. Las caídas son dolorosas, pero puntuales.

Pareciera que los buenos equipos aún no se sueltan del todo. El temor a no perder es más fuerte que mostrar el potencial. Brasil es un equipo sólido, pero se enredó contra Suiza, a Costa Rica le ganó en los descuentos y a Serbia lo midió. México le hizo un partidazo a Alemania, pero terminó siendo una caricatura de sí mismo contra los suecos. Los escandinavos hacen todo bien, pero no deslumbran en ningún aspecto. Bélgica muestra buenos antecedentes, posee una plantilla estelar, pero le tocó una zona demasiado sencilla, lo mismo que Inglaterra. Francia tiene un plantel para volar, pero es cauteloso en todo momento. Croacia presenta buenas credenciales, posee futbolistas desequilibrantes, pero no le sobra demasiado. España ganó su grupo, pero no jugó bien ninguno de los tres pleitos. Portugal no es mucho más que un notable Cristiano Ronaldo. Uruguay posee una defensa sólida que cuando sube marca diferencias. Tiene dos delanteros capaces de desnivelar más allá del juego colectivo, pero su grupo tampoco era demasiado complejo. Colombia ganó su zona, aunque quince minutos antes del final estaba quedando fuera de todo. Argentina es un enigma mayúsculo. En 1990 y en el 2014 llegaron a la final sin jugar bien. El 86 levantaron la corona y fueron creciendo a medida que pasaban etapas. Uno de sus mejores planteles, el del 2002, se quedó afuera en la primera ronda. Este equipo jugó tres partidos. Mal contra Islandia, pésimo contra Croacia, buen primer tiempo contra Nigeria, discreta segunda parte. Pero tiene al mejor del mundo en cancha y cuando se enciende, cuesta bajarlo.

Freno de mano. Potencialmente hay equipos que podrían barrer con sus rivales, pero han sido egoístas en su exhibición.

Eso, o no son tan buenos como algunos creemos.

Veamos. Se supone que ahora arranca el mundial de verdad. Al menos eso dicen.