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Al Maestro con cariño

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Esto es fútbol, un juego maravillosamente impredecible. Ilógico. Pero es probable que hayamos visto el último partido de Oscar Washington Tabarez en una Copa del Mundo. El Maestro tiene 71 años. Su salud está cada vez más delicada y no sería raro que cerrara pronto una historia grande, que el tiempo sabrá colocar en su justa medida, una donde el nombre del técnico de la Celeste seguro estará en un sitio preferencial.

A Tabarez le dicen el Maestro porque fue profesor primario en Cerro, Paso de la Arena y La Teja, pequeñas localidades. Al tiempo comenzó a jugar y pronto a dirigir.

Es probable que por su labor de docente, Tabarez sea un técnico distinto. En los tiempos que corren algunas frases del DT parecen sacadas de un cofre legendario. Dice que le interesa formar mejores personas que futbolistas. En la medida que se respetan valores universales eso repercute en todas nuestras acciones, dice el Maestro. En las concentraciones de la selección uruguaya los teléfonos móviles se apagan a la hora de las comidas. Tabarez quiere que los jugadores conversen. Que se conozcan. Al Maestro le hacen caso todos, desde los botijas más jóvenes hasta las estrellas mundiales. Cavani, Suárez, Godín, Cáceres, conocen al técnico desde antes de tener 20 años. Mucho antes que las luces, la fama y los millones de dólares. Cuando Tabarez habla, aunque se ayude con un bastón y su presencia no sea la misma, los jugadores lo escuchan. Como un alumno a su Maestro.

En la Copa América del 2011 jugada en Argentina, Tabarez permitió que las familias de los jugadores asistieran en las tardes al hotel de concentración. Eran visitas voluntarias, pues algunos futbolistas le dijeron que en su caso preferían estar solos y concentrados. Pero otros no. No era raro ver a Suárez paseando alrededor del hotel con sus hijos, Lugano jugando con los suyos. Uruguay ganó esa Copa América.

Tabarez fue el impulsor de la Casa Celeste, en las afueras de Montevideo, donde entrenan todas las categorías de las selecciones uruguayas. Un chico de 17 años comparte, por ejemplo, con Cavani. Todo bajo la mirada estructural del Maestro.

El camino es la recompensa dijo en una conferencia de prensa antes de jugar una final que ganaron. Lo de Tabarez en Uruguay no son sólo buenos resultados puntuales. Es comprender que un trabajo bien hecho deja herencias importantes, en la cancha y fuera de ella.

No es perfecto Tabarez. Es cascarrabias. Inolvidable verlo peleando en plena cancha del Monumental cuando dirigía a Boca Juniors contra Colo Colo. Sus declaraciones a veces son destempladas. Pero en sus pifias es donde radica, precisamente, su enorme legado.

Francia ganó el partido con justicia. Fue más equipo que Uruguay en todas las líneas. La ausencia de Cavani fue demasiado importante. El segundo gol, regalado por Muslera, cerró el partido. Antoine Griezmann, el autor, quien ha confesado su admiración por los uruguayos, no festejo el gol. La clase no se compra en la farmacia, pero puede contagiarse con actitudes.

Oscar Washington Tabarez es un entrenador diferente. Porque es un maestro y enseñar es, por lejos, el más importante y noble de los oficios.