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ATLETISMO | MUJERES CON HISTORIA

Gaby Andersen, la mujer que casi se muere en el primer maratón de los Juegos Olímpicos

La suiza afincada en Estados Unidos llegó a la meta de Los Ángeles 1984 (30 grados de temperatura), deshidratada y tambaleante, pero no quiso ayuda.

Gabriela Andersen-Schies intenta llegar a la meta en la maratón de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.
GETTY IMAGES

La maratón femenina debutó en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. Lo que ahora es algo que todo el mundo acepta con normalidad, en aquel momento suponía cosa extraordinaria. Venció la estadounidense Joan Benoit, bajita y casi regordeta, pero gran competidora. Corrió, por cierto, con una indumentaria gris que había diseñado la NASA para los astronautas.

Pero esa carrera también ha pasado a la historia por la agonía de Gaby Andersen-Schiess, una suiza afincada en Ohio, (ganadora en 1983 en la primera edición de la Maratón de California) que llegó al estadio en estado lamentable, andando, al borde de un aparente colapso, vestida con la equipación roja del país helvético y con una gorra blanca.

Aquella carrera se disputó con 30 grados de temperatura y Gaby no se hidrató en el último avituallamiento de los cinco existentes, lo que iba a pagar muy caro. Al público que estaba en el Memorial Coliseum de la ciudad californiana (fue también sede de los Juegos Olímpicos en 1932) se le encogía el corazón. Ella hizo gestos, dentro de sus posibilidades, para que nadie la ayudara, porque eso supondría su descalificación. Y caminó hacia la meta en un viacrucis doloroso, aunque posteriormente dijo que siempre mantuvo la consciencia.

Los médicos de su equipo y de la organización la vigilaban estrechamente. Consiguió llegar al final de los 42.195 metros, en el puesto 37, con una marca de 2h 48:42. Pero eso era lo de menos. Estaba viva.

Nada más acceder a la meta fue atendida por esos servicios médicos y a las dos horas estaba hidratada y recuperada. Entre los aficionados más cultos en historia de atletismo y de Juegos Olímpicos se habló de Dorando Pietri, que allá por los lejanos 1904, en los Juegos de Londres, sufrió un calvario similar, fue ayudado por los jueces y, en consecuencia, descalificado.

Dos semanas después Gaby compitió en el Park City de Utah en una peculiar prueba en la que un equipo de dos personas alternaban carrera a pie y galopada a caballo, turnándose. Era muy buena.

Nunca fue una atleta de élite, pero su imagen renqueante, que presenciaron miles de millones de personas en todo el mundo, sigue impresionando. Ha quedado para la historia.