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OPINIÓN

Papelón mundial

Actualizado a
Papelón mundial
Demian AldayGetty Images

Nos vendieron el River – Boca como la final del mundo. Nos dijeron que ningún partido en la historia planetaria podía compararse con este. Ni ahora, ni antes, ni después. Ni en el siglo, ni en el milenio, ni en el desarrollo de la humanidad. Ni en la civilización occidental. Nada se comparaba.

Es cierto, es un gran partido, una estupenda final. Pero la final del mundo se jugó en Moscú donde Francia le ganó a Croacia. Un partido que empezó a la hora convenida y terminó a la hora estipulada. Nos vendieron que el color, el folclore y la pasión sólo se viven allá, al otro lado de la cordillera. Que en ninguna otra parte del mundo se podría vibrar de esta manera. Y nosotros la compramos entera. Si la pasión obliga a suspender o posponer una final de Copa Libertadores, te la regalo, envuelta, con remitente, timbre y sin regreso. Si la pasión es el descontrol y la violencia permitida, avalada, aplaudida por todos, quédense con ella. Si la pasión convierte la final del mundo en un papelón, estás viendo otra película. Porque si hicieron gárgaras con que el planeta estaría pendiente de este juego, el planeta también estará pendiente cómo la violencia otra vez se adueña de la pelota.

No es un problema de Argentina exclusivamente. Acá ha pasado lo mismo. Con menos resonancia internacional, seguro. Pero nosotros también hemos creído que la pasión tiene que ver con gritar más fuerte, con adueñarse de botines ajenos que no tienen ninguna relevancia real, con autoridades miopes al tema de fondo: seguimos en una sociedad violenta que no sólo es ciega ante la agresividad, sino que la aplaude, promueve y alimenta, con complicidad activa o pasiva de los medios de comunicación.

El archivo no muerde. Hubo incidentes en finales de torneos sudamericanos, con fallecidos entre los hinchas. Finales de Copa llena de artimañas dentro fuera de la cancha. Con esa violencia congénita de mirar al rival como enemigo y no como contrincante. Nos criamos con frases como “partidos de vida o muerte”, “con ellos no podemos perder”, “de acá no salen vivos” y exclamaciones como esas. En 40 años no hemos avanzado mucho. En algunos aspectos hasta retrocedimos.

¿Problema de Argentina? No. De Sudamérica toda. ¿Problema del fútbol? No exclusivamente. Alimentamos a diario una sociedad agresiva, con parámetros difusos, avalando la violencia como solución a la violencia. Sin mirar el fondo del asunto. Cambiando posiciones de acuerdo al color de la camiseta y no al sentido común.

Incidentes antes del partido que no se jugó y también después del partido que no se disputó. En Argentina ya se juega sin público visitante. Muchos no sólo aprueban eso, sino que intentan proyectarlo a otros países, como la gran solución para evitar incidentes. No se dan cuenta que esa medida es rendirse a la violencia.

Después del papelón mundial seguro continuaremos escuchando lo mismo. Que la final del mundo se postergó, pero que sigue siendo la final del mundo. Que en otros lados no saben lo que es la pasión, sólo acá, en el cono sur. Que el que pierda no podrá salir a la calle. Que lo único que importa es ganar.

Antes lo importante ocurría en la cancha y lo de afuera era anecdótico. Ahora parece ser al revés. La cancha no manda. La pelota se ensució.

¿La final del mundo? Se jugó el 15 de julio en Moscú. Francia le ganó a Croacia por 4-2. No es casualidad que los Mundiales se jueguen cada vez más lejos. Lejos en el mapa. Más lejos de nuestra sensatez.