El año del golf, el tenis y las pesas
Cristian Arcos escribió esta semana en este mismo espacio sobre las buenas historias del 2018. Son historias ligadas al fútbol y, aprovechando el impulso, vale la pena escribir sobre los otros deportes chilenos.
Lo de Joaquín Niemann tiene ribetes de cuento de hada. La historia de un golfista amateur que, tras competir en el Masters de Augusta, se metió de lleno en el PGA Tour y en un par de meses logró lo que nunca otro chileno había conseguido: tarjeta para competir en el circuito deportivo que más dinero entrega en todo el mundo.
Niemann pasó de la cancha del Club de Polo, en los faldeos del cerro Manquehue, a codearse con los mejores del mundo. Peleando de par a par y sin desentonar. Como nunca antes, un chileno se perfila como protagonista del PGA Tour. Como nunca antes, un ídolo criollo podría ayudar a masificar el golf en Chile.
El tenis, un deporte con una linda historia pero carente de logros en los últimos años, tuvo festejos. Nicolás Jarry rompió la barrera de los 50 mejores del mundo y con ello instaló el nombre de Chile nuevamente en la elite. Jarry trajo de regreso nombres casi olvidados -como Hamburgo y Kitzbuhel, torneos que sonaban a cada rato en los tiempos de Ríos y Massú-, en donde accedió a las semifinales que le aseguraron el paso al Top 50.
Christian Garin terminó con una maldición que no iba a ser eterna, pero que no se sabía cuánto iba a durar. Los tres títulos seguidos de Challengers, algo que nadie más hizo en la temporada 2018, lo llevaron al Top 100 y a revalidar toda la fe en un tenista excepcional que, fruto de la presión por las expectativas de un medio hambriento de triunfos, se demoró un poquito más en consolidarse.
Arley Méndez aportó algo poco común por estos lados, un título mundial. No es el primero del chileno de origen cubano y lo consolida para algo que también es inusual por acá: candidato a medalla olímpica dentro de dos años en Tokio. Motivo suficiente para festejar.