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Arcos

A 30 años del descenso de la U

Hay días que el futbolero jamás olvida. Fechas que están tatuadas en la memoria, ya sea por los buenos recuerdos o por los amargos. Algunas de esas efemérides son inolvidables, más allá del color de camiseta por el que late nuestro corazón. Uno de esos días es el descenso de la Universidad de Chile a la entonces Segunda División del fútbol chileno. Fue un caluroso domingo, 15 de enero de 1989 en el estadio Nacional, tras empatar 2-2 contra Cobresal. La caída de un gigante.

La U comenzó a descender mucho antes de ese partido que sólo significó la lápida para una serie de malas decisiones, directivas y deportivas. Un novato Manuel Pellegrini, quien tenía una larga historia de identificación como jugador azul, quedó en la historia triste por ser el entrenador que estaba en el banquillo cuando se produjo el descenso. Bien conocemos l recorrido posterior del Ingeniero, quizás el técnico más exitoso en la historia nacional. No es motivo de esta columna, pero fue capaz de construir una historia exitosa a partir de este desastre.

Los grandes se han caído. El Atlético de Madrid, River Plate, Palmeiras, Corinthians, Gremio, San Lorenzo, Racing, Independiente. Todos, de una u otra forma, lograron salir fortalecidos de su paso por la división donde jamás imaginaron jugar, por el peso y la historia de sus instituciones. La U también lo hizo. Regresó a Primera la temporada siguiente y si bien vivió turbulencias en las campañas posteriores, con liguilla de promoción incluida, un lustro después daba una vuelta olímpica esperada por demasiado tiempo.

En su debut en la B perdieron contra Curicó, misma cancha donde lograron el ascenso tras un año en la división. No caeré en el lugar común que dice que fue necesario hundirse en este pozo para volver a levantarse. Casi como si fuera saludable descender. No lo creo. A nadie le gusta bajar de categoría. A los equipos grandes no les ocurre muy a menudo. Soy de los que nació con una Universidad de Chile en crisis por la ausencia de títulos, pero en mi mente no concebía su descenso de categoría. Hoy le explico a mis hijos que alguna vez la U bajó y les cuesta creer tamaño descalabro. Pero pasó. Quizás sirva pensar en lo que pasó hace 30 años por un minuto, para ver que lo de hoy no es tan malo como los exitistas creen.