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El carácter del DT

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Luis Álamos debe ser uno de los técnicos más referenciados en la historia del fútbol chileno. Las razones son variadas. Con cinco títulos locales aún es el DT con más ligas ganadas a nivel criollo. Cuatro con la Universidad de Chile y una con Colo Colo. Su trabajo quedó plasmado en dos de los mejores equipos chilenos de todos los tiempos: el Ballet Azul y Colo Colo 73.

Pero hay más factores que ubican al Zorro en el podio de los realmente influyentes. Álamos era profesor normalista, de aquellos maestros de cepa cuya motivación central era la enseñanza. Primero fue entrenador de básquetbol y adaptó varios conceptos del baloncesto al fútbol. Mientras a miles de kilómetros de distancia Europa quedaba perpleja con el fútbol total de Rinus Michels y la Naranja Mecánica, Luis Álamos hacía lo mismo en el último rincón del planeta, sin internet, sin televisión por cable, sin espías en los entrenamientos: movimientos constantes en la cancha, manejo de varias posiciones, versatilidad en el jugador, rotaciones permanentes. Un pionero. Un adelantado.

Las décadas del 60 y 70 fueron pródigas para el fútbol nacional. Varios de los mejores jugadores de todos los tiempos explotaron en esos años. Chile no sólo tenía grandes exponentes, sino que la mayoría tenían un peso intelectual, un sustento que aún convierte una charla con cualquiera de ellos en un delicado acto de aprendizaje para quienes nunca jugamos al fútbol. Álamos también influye en este soporte, según confiesan la mayor parte de sus dirigidos. Para el Zorro el futbolista era un actor social y como tal debía estar enterado del mundo en el que estaba viviendo.

Pero hay otro punto central. Su carácter. No hablamos del más histriónico de los entrenadores, ni el que celebraba los goles mirando a la cámara o el que pateaba refrigeradores cuando a su equipo le convertían un gol. Carácter de verdad, la solidez de conceptos y la defensa de ellos. Previo a las clasificatorias al Mundial de Alemania 74, Chile contaba con dos enormes futbolistas en la mitad de la cancha: Francisco Chamaco Valdés y Carlos Reinoso. No podían ser más distintos en su forma de ser. Quizás por eso se detestaban. El grupo estaba dividido en dos facciones, los más cercanos al cerebro de Colo Colo y aquellos que veían al ídolo del América de México como el líder de la escuadra. Luis Álamos los reunió a ambos y les dijo “no me importa que ustedes se odien fuera de la cancha. Si quieren se sacan los ojos antes y después de un partido, pero van a jugar los dos. Adentro quiero que sean los mejores amigos”. Antes de que ambos reaccionaran, Álamos agregó una sentencia: “Y no quiero tener nunca más esta conversación”. Es necesario agregar que ambos jugadores mostraron disposición y generosidad a sumar y no restar.

El carácter de un líder se expone en los momentos complejos. Como decía mi abuelo, no por hablar más fuerte se habla más claro. Álamos entendió que para ir al Mundial, para desplegar el fútbol que necesitaba, requería de los mejores. Y convocó a los mejores, aunque existieran diferencias históricas entre ellos. No es malo recordar que Chile clasificó al Mundial eliminando al mejor Perú de todos los tiempos y jugó en Alemania 74, cuando sólo lo hacían dieciséis selecciones.

Ojalá alguien le cuente esta historia a Reinaldo Rueda antes que emane la lista para la Copa América. Quizás pueda aprender de uno de los entrenadores más influyentes de todos los tiempos. Se llamaba Luis Álamos. Le decían el Zorro y era un crack.