El ejemplo de Beausejour que le faltó a la UC en Ecuador
Se acabó la participación internacional de Universidad Católica en 2019. Fue un golpe inesperado, un mazazo, la derrota que nadie imaginaba, sobre todo los hinchas del cuadro estudiantil. Queda aún el partido de vuelta contra Independiente del Valle, pero el propio Gustavo Quinteros lo admitió luego del 5-0 en Quito.
El entrenador afirmó que ahora en lo único que tienen que pensar es en ganar en la revancha, en San Carlos de Apoquindo, aunque sea por el mínimo marcador. En torno a la posibilidad de acceder a octavos de final de la Copa Sudamericana, el argentino fue realista: "Es algo casi imposible".
No daba para otra cosa, si el equipo fue un espectro en la cancha del Estadio Atahualpa, a 2.800 metros de altitud. El argentino podía haber vendido la pomada de que la UC, en casa y con su gente, es otro equipo. Que marcando un par de goles en el primer tiempo después nadie sabe qué va a pasar. No lo hizo y se agradece la sinceridad del DT.
La de Católica fue una de esas presentaciones nefandas. Una derrota del espíritu, de esas que más duelen, cuando el equipo no compite, un atentado contra el alma del juego, que es la confrontación de fuerzas que se prodigan por ser parejas con el objetivo de ganar.
Ojo, no es solo un fenómeno de la UC. El que esté libre de pecado que lance la primera piedra. Varios equipos nacionales en el último tiempo pasaron por lo mismo. Por lo tanto, atribuir el suceso a la cultura organizacional de un club es otra de las falacias del fútbol chileno, mentiras que lo cruzan transversalmente y construyen realidades ficticias.
Independiente del Valle fue superior desde todo punto de vista. ¿Qué le faltó a la UC para contrarrestar en algo esa hegemonía? ¿Pudo haber hecho más parejo el desarrollo del encuentro? Un primer análisis del partido arroja una respuesta que no es ninguna lumbrera tampoco: a los cruzados les faltó 'Conciencia de juego'.
Esto tiene que ver con darse plena cuenta de qué está pasando en la cancha y generar respuestas adaptativas a esa coyuntura. Implica olvidar el modelo de juego y también el plan de juego, por eso cuesta lograrlas. Los cruzados estaban siendo sobrepasados por todos lados, el balón no les duraba tres pases seguidos en la elaboración y los ecuatorianos arriba se perdían un gol tras otro.
Así, el asunto era solo defender y punto. Aunque fuera durante todo un tiempo o el partido completo, con los extremos Fuenzalida y Puch convertidos en segundos laterales si era necesario, armando una línea de seis atrás o de cinco en el mediocampo. Tal vez, el partido igual habría terminado 5-0, pero la sensación sería diferente, un gustillo a haber hecho lo que se debía hacer y no se pudo nomás.
Un ejemplo de esto vivimos el sábado pasado en el Nacional. Tras la expulsión de Ángelo Henríquez ante Colo Colo, Jean Beausejour reunió al resto del equipo y, en segundos, definieron qué iban a hacer ante la nueva contingencia. Después vino la reacción de Alfredo Arias desde la banca de la U y la respuesta fue total.
La cosa parece muy fácil desde afuera. No es tan así, porque cuando un equipo es absolutamente sobrepasado hay también un bloqueo mental. Como que ya no importa perder 5-0 ó 7-0, lo único que interesa es que todo termine pronto e irse para la casa. Es un fenómeno psicológico poderoso, que muchos equipos chilenos han vivido afuera. Ahora le tocó a la UC.