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HERNÁNDEZ

Un estadio para Chile

Al Estadio Nacional se le está dando la enésima mano de gato en los últimos 30 años...

En medio de la cuenta regresiva para albergar la primera final única de la Copa Libertadores al Estadio Nacional se le está dando la enésima mano de gato en los últimos 30 años
Copa Libertadores

En medio de la cuenta regresiva para albergar la primera final única de la Copa Libertadores al Estadio Nacional se le está dando la enésima mano de gato en los últimos 30 años. Una pintadita por aquí, cambio de asientos por allá, reacondicionamiento de las casetas de radio y televisión, reparación de los baños, retoques varios en el entorno y restricción en el uso de la cancha. Todo con presupuesto y plazos acotados pero acordes a las exigencias de la Conmebol. Suficiente para cumplir aunque lejos de lo óptimo.

Mientras las entradas para el partido del 23 de noviembre se venden como pan caliente, el Coloso de Ñuñoa intenta estar a la altura de las circunstancias. Sabemos que no es así, que se quedó en el tiempo y dista de ser un recinto deportivo nivel OCDE. Por más maquillaje que se aplique, nunca será un estadio de última generación y habría que ver si cumple el estándar FIFA para ser sede de la pretendida Copa del Mundo de 2030. ¿Qué pasaría si prospera la candidatura de Argentina, Chile y Paraguay?

Construir un estadio o remodelarlo en serio son palabras mayores. No lo sabrán Universidad de Chile y Carlos Heller, cuyo frustrado anhelo le jugó tan en contra como los malos resultados internacionales. Universidad Católica aguanta con San Carlos de Apoquindo, pero sufre con el bajo aforo para los clásicos y los partidos de copa. Colo Colo, recién después de 30 años de la inauguración definitiva, se planteó ampliar el Monumental con el objetivo –más allá de su plausible mejora en infraestructura– de ser elegible para un eventual Mundial tripartito. El proyecto, ambicioso y necesario para el fútbol chileno, está recién en su fase inicial.

En estos años los grandes beneficiados con el plan de estadios para el bicentenario e inauguraciones posteriores han sido las regiones y algunas comunas de la región metropolitana. En poco más de una década, el fútbol chileno y las municipalidades (de acuerdo a lo que establecen los contratos de concesión) pasaron a contar con recintos modernos y funcionales. Un lujo y, de paso, tremendo aporte para las sociedades anónimas deportivas. Muchos clubes sin el más mínimo esfuerzo y siendo entidades privadas obtuvieron el máximo provecho de esta notable política (que olvidó coronar la obra). Pese a ello, a la hora de cobrar las entradas nunca lo tuvieron en consideración… aunque ese es otro tema.

Intervenir el Estadio Nacional no es cuestión simple. El memorial de la galería norte es un patrimonio de la nación, un símbolo indestructible del nunca más, un registro indeleble de las atrocidades que se cometieron. Aquel lugar debe ser preservado, intacto si es necesario, pero no tiene por qué ser una piedra de tope para una posible renovación.

El Nacional sigue prestando servicios dignamente con sus añosas instalaciones. Allí continúa jugando la U, tocando las grandes bandas y artistas masivos que visitan Chile, recibiendo el cierre de la Teletón y siendo el mejor escenario posible para la Roja. El problema es su envejecimiento y las refacciones que no son suficientes. La última gran cirugía, que data de 2010, estuvo marcada por una fuerte controversia técnica y política. Mal porque debió ser una cuestión de Estado y con los máximos estándares.

Si levantar un nuevo gran estadio para el deporte chileno en otra zona de Santiago es aparentemente impracticable (al no ser un proyecto relevante para que la clase política adopte un acuerdo nacional dado el alto nivel de inversión) lo razonable sería acometer un plan intermedio: techarlo, hacer mejoras estructurales y aumentar su aforo.

Sabido es que gran tema de los estadios en el mundo es primero financiar su edificación y luego sostener su mantenimiento. La ecuación no tiene misterios y requiere un mix privado estatal con una concesión de administración que permita un modelo de negocio rentable. Para eso, ¿existe hoy apoyo y convencimiento estatal? ¡Definitivamente no! ¿Está disponible esa gran marca que le dé el nombre al estadio como ocurre en Europa o Estados Unidos? ¡Tampoco! Vaya si hay trabajo por delante.

Por lo pronto habrá que hacerse la idea de que el lanzamiento y cierre de los Panamericanos de 2023 y sus competencias atléticas serán en el estadio de siempre remozado con una nueva pista de recortán. Es lo que hay. El pasto de los vecinos, salvo un par de excepciones, es y seguirá siendo más verde.