Jugar o no jugar
Parafraseando a Hamlet, jugar o no jugar, esa es la cuestión. El fútbol chileno está paralizado por razones superiores. El país pasa por un tránsito histórico en donde anticipar conclusiones sería profundamente errado. En lo que quizás estamos todos de acuerdo, es que Chile no será el mismo después de octubre del 2019. En medio de todo esto, el torneo nacional quedó equilibrándose en una cuerda floja.
Se han suspendido varias fechas y los futbolistas han dado testimonios notables respecto a su apoyo a la causa social que ha movilizado a millones de personas. Es saludable que referentes hayan dado su opinión de manera clara y contundente. Pese a las realidades diferentes el discurso es bastante similar para apoyar las demandas, porque la crisis ha sido tal que afecta a todos los sectores, edades, credos y realidades. Hemos escuchado a jugadores de clubes grandes opinar muy parecido a los que militan en equipos chicos. Hemos oído a protagonistas que tienen simpatía por la izquierda con lemas muy parecidos a los confesos cercanos a la derecha. Cuesta conseguir un consenso, pero esta crisis lo ha logrado: nos afecta a todos, de alguna forma, sin excepción.
No están dadas las condiciones para reanudar el campeonato, eso es un hecho. No está el contingente policial a disposición. No está el ánimo entre los futbolistas y tampoco entre la afición. Pero volver a jugar no depende sólo del ánimo. La pregunta que debe hacer el fútbol es la misma que se han hecho diversas casas de estudios o colegios. ¿Cómo terminar el año? Hay universidades y establecimientos que cerraron el año académico. Otros lo mantienen suspendido y anunciaron que van a prorrogar su cierre hasta el verano del 2020. ¿El torneo tiene esa misma disyuntiva? Según los jugadores sí. Varios capitanes de clubes han insinuado la opción de concluir el campeonato a través de diversas fórmulas, que incluyen alternativas como confirmar a la Universidad Católica como campeón, mantener las plazas de cupos internacionales, descartar el descenso y que asciendan quienes hoy están en los primeros lugares en la Primera B.
¿Es plausible esta alternativa? Es muy difícil.
¿Es justa? En ningún caso.
No es llegar y clausurar el torneo. La diferencia económica entre los que clasifican a la Copa Libertadores y a la Copa Sudamericana es muy grande. ¿Están dispuestos los clubes a aceptarlo? No lo veo tan simple. La diferencia entre el séptimo del torneo y el octavo es de un gol. Misma cantidad de puntos, partidos ganados, empatados y perdidos. Audax Italiano, séptimo, ha convertido un gol más que O’Higgins, octavo. Si el torneo se cierra hoy los itálicos clasifican a la Sudamericana, con el monto económico que eso conlleva, mientras los celestes se quedarían sin nada. ¿Están los clubes dispuestos a aceptarlo? No lo creo. Y en el caso de los ascensos, ni hablar de que exista un consenso si el torneo se cierra como está.
Decir que se debería terminar el campeonato seguramente genera muchos aplausos desde todas partes. Desde los hinchas, desde el mundo civil, desde la política. ¿Los clubes están en condiciones de pagarle los sueldos a los jugadores y los profesionales si el certamen se cierra ahora? Estamos de acuerdo que el campeonato está lejos de ser la prioridad nacional. De hecho el fútbol, como laboratorio social, demuestra y exhibe las mismas diferencias que vemos en la nación en diferentes estamentos. No es una isla aparte. Un oasis, como diría el Presidente. La gente en este país no lo está pasando bien. No tienen ánimo de ir a trabajar y deben hacerlo igual. Nadie les pregunta si tienen ganas o deseos. Hoy no están dadas las condiciones para volver a jugar. Pero en algún momento hay que hacerlo. Aunque el torneo 2019 se termine jugando en pleno verano del 2020. Es lo más justo. Y lo que buscan todas las movilizaciones sociales es precisamente eso: justicia. De una vez y para siempre.