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Los 440 días de Salas

Cuando Mario Salas fue anunciado como entrenador de Colo Colo, hace 440 días, existía consenso de que era el hombre indicado para el Cacique. Las razones eran diversas: el juego ofensivo que ofrecían sus equipos, una trayectoria respetable, un presente que incluía ser campeón en el fútbol peruano, su carácter ganador, muy propio de lo que buscan las huestes blancas. Incluso podríamos agregar que ser un confeso hincha colocolino jugaba a su favor. Pero Mario Salas no anduvo en Colo Colo.

Que Colo Colo sea el primer club que despide a su entrenador en este 2020 es una señal. Que esto ocurra apenas en la quinta fecha es sintomático de un arranque demoledor en números. De cinco partidos jugados hasta ahora, los albos han perdido cuatro. Pero los problemas de Colo Colo son más profundos que sus derrotas. La salida de Mario Salas quizás sirva para descomprimir el ambiente interno, a todas luces demasiado tenso, pero no soluciona los problemas de fondo: una institución que a ratos parece desbordada por la realidad.

Nunca vimos a un Colo Colo con la impronta de Mario Salas. El técnico es el primer responsable, sin duda. Algunas decisiones técnicas incomprensibles, la obstinación con algunos futbolistas, la llegada de refuerzos que nunca dieron el ancho. Salas se equivocó y bastante. El equipo terminó segundo en el interrumpido torneo del 2019, a muchos puntos de distancia de la Universidad Católica. Clasificó, sin convencer demasiado, a la Libertadores de este año. Partió la temporada ganando la Copa Chile. Colo Colo se había desprendido de futbolistas como Agustín Orión, Jaime Valdés y Jorge Valdivia. Hombres veteranos, de probada calidad, pero que generaban un ruido interno que no se silenció con su salida. Nunca hubo conexión entre los referentes albos y el entrenador y eso repercutió en la cancha.

Se puede jugar bien o mal, ganar o perder, pero cuando el DT se da cuenta que no hay respuesta por parte de los jugadores, no se puede hacer mucho más. El partido ante Curicó fue un abrir los ojos para Mario Salas. La distancia entre su discurso, los entrenamientos y lo ejecutado en cancha era demasiado diferente. Seguir en esas condiciones era un desgaste para todos y en el fútbol el primer fusible siempre es el entrenador. Pero si Colo Colo quiere levantar cabeza y volver a un sitial relevante en Chile, debe cambiar muchas más cosas aparte de su entrenador. ¿Hace cuánto tiempo que las inferiores no producen un jugador de exportación? ¿Hace cuánto no hay un titular indiscutido que venga de la cantera? Colo Colo ha perdido en los últimos años aquello que lo identificó por décadas: muchos de los mejores futbolistas chilenos salían de sus cadetes. Hoy no saca ni siquiera titulares.

En los últimos años las salidas de los entrenadores en Colo Colo han sido todas traumáticas: Ivo Basay, José Luis Sierra, Pablo Guede, Héctor Tapia, Mario Salas. Todos peleados o distanciados por un plantel que parece ingobernable.

Blanco y Negro controla a Colo Colo desde hace quince años. En ese período han pasado por la banca del club Ricardo Dabrowski, Claudio Borghi, Fernando Astengo, Marcelo Barticciotto, Gualberto Jara, Hugo Tocalli, Diego Cagna, Luis Pérez, Américo Rubén Gallego, Ivo Basay, Omar Labruna, Hugo González, Gustavo Benítez, Héctor Tapia, José Luis Sierra, Pablo Guede y Mario Salas. Unos interinos, otros por más tiempo. Algunos campeones, otros fracasos estrepitosos. Ídolos del club, apuestas jóvenes. Ofensivos, defensivos, pragmáticos, líricos. Toda la paleta de colores posibles. Todas as sensibilidades. Sinnúmero de esquemas y discursos. Son 17 entrenadores en 15 años. Quizás el problema no está en el técnico de turno. Tal vez esté en Blanco y Negro, su confusión permanente y la ausencia de una línea de trabajo coherente, sostenida y a largo plazo.