Cuando vuelvas
Cuando vuelva el fútbol estaremos más ansiosos. En Chile, en Europa, en todo el mundo. Es probable que gocemos como inocentes con solo ver rodar una pelota. Es posible que por algunos días tengamos una tregua con nuestra competencia y no la reventemos tanto, porque su ausencia nos habrá marcado demasiado.
Cuando vuelva el fútbol seremos un poco más modestos. El síndrome de abstinencia nos tendrá tan agobiados que encontraremos que cualquier partido es una auténtica sinfonía. Al menos por unos días, todos los equipos serán el Barcelona de Guardiola.
Cuando vuelva el fútbol tendremos que tener paciencia supina, porque los futbolistas necesitarán un par de semanas de adaptación, volver la forma física. No se les olvidará jugar a la pelota, pero recuperar el nivel no será instantáneo.
Cuando vuelva el fútbol volveremos a ver la tabla de posiciones. Los puntos obtenidos valen, pero será como partir de cero. No podremos hablar de tendencias, de trabajos a largo plazo, de buen o mal momento. Hay que hacer girar la rueda otra vez.
Cuando vuelva el fútbol el mercado sufrirá una contracción importante a nivel mundial. Tal vez no sea tan malo reventar la burbuja ficticia, esa que tasaba a cualquier futbolista, un poco mejor que discreto, en 60 millones de euros como mínimo. Por mucho tiempo el fútbol se movió entre cifras pornográficamente altas, casi violentas. Quizás sea una buena ocasión para aterrizar los montos, para que los representantes dejen de inflar futbolistas de medio pelo.
Cuando vuelva el fútbol ningún jugador será transferido en cifras millonarias. Porque nadie vendrá de una temporada descollante. Valdrá por sus condiciones, no sus promesas.
Cuando vuelva el fútbol volveremos a hablar de la generación dorada, del recambio que no llega, del profesor Rueda y sus decisiones.
Cuando vuelva el fútbol este país y este planeta serán diferentes. Ojalá veamos esta crisis como una oportunidad, de volver al origen, cuando jugar y mirar un partido era un deleite, cuando aplaudíamos una linda jugada sin importar la camiseta del autor, en los tiempos en que éramos tan felices y ni siquiera lo sabíamos.