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La selección chilena tiene entrenador, pero a la vez busca entrenador. La ANFP reconoció que le dio permiso a su técnico para que negocie su incorporación con un rival directo de las clasificatorias. Porque a la fuerza no es cariño y no se puede tener a un DT a desgano. Si Reinaldo Rueda se va, la dirigencia chilena no hará grandes esfuerzos para retenerlo porque, digámoslo, tampoco tienen muchas ganas que el colombiano siga al frente de la Roja.

Apenas se supo que probablemente la banca esté disponible, comenzaron a surgir posibles candidatos para suceder a Rueda. Como suele ocurrir en estos caso, se elaboró una especie de perfil, aunque algunos de los postulantes no se parezcan nada a este retrato hablado del futuro técnico de Chile. Dicen que no hay mucha plata, pero algunos nombraban a Mauricio Pochettino, uno que gana millones de euros al año y que pretenden el Real Madrid y el Manchester United. Después dicen que el próximo entrenador tiene que ser joven, con hambre de triunfo y aparecen los experimentados José Pekerman y Martín Lasarte. Después se especula que debe tener un carácter ofensivo y deslizan el nombre de Manuel Pellegrini. Como a todos les gusta Marcelo Bielsa, aparece un bielsista consumado como Gabriel Heinze, pero resulta que el argentino estaba casi listo en el Atlanta United. Como a Chile le fue bien con Sampaoli, algunos acercaron el nombre de Sebastián Beccacece, pero nadie sabe mucho como llegó ese nombre a las oficinas de Quilin. Y los representantes, que hacen su parte, acercaron candidatos como Hernán Crespo, DT de Defensa y Justicia, club cuyo dueño es Cristián Bragarnik, el mismo dueño de Unión La Calera. Pero no vayan a pensar los mal pensados que el fútbol chileno es manejado por representantes. No señor.

Lo cierto es que al asumir públicamente que le permitieron negociar a Reinaldo Rueda con Colombia, la ANFP le cerró la puerta al técnico. ¿En qué pie volvería a dirigir si no cierra su incorporación a la selección de su país? Es al menos impropio que un técnico pase de una selección a otra en pleno proceso clasificatorio. Es legal, reglamentario, lícito, pero al menos es cuestionable. En una misma competencia local no se puede, pero sí en clasificatorias.

Al final estamos como siempre, buscando un técnico a ojos cerrados, sin tener claro un proyecto, sin las evaluaciones en frío, sin un proceso de trabajo ni lineamientos claros. Lo que venga será una apuesta. Algunas resultan, otras no. Ojalá que al futuro técnico de la selección no lo escojan a través de las redes sociales ni en un concurso de popularidad. Porque como decía mi abuelo, no por hablar más fuerte se habla más claro. Y es mejor ponerse una vez colorado que diez veces rosado.