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La última vez que fuimos al estadio

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La última vez que fuimos al estadio no sabíamos que sería la última. Algo habíamos escuchado de un virus en el otro lado del mundo, una amenaza a la que no le hicimos demasiado caso. No imaginamos que su efecto sería tan catastrófico que se irradiaría por todo el planeta, obligándonos al confinamiento. Menos imaginamos que se llevaría a millones de personas a lo largo del globo.

La última vez que fuimos al estadio seguramente no nos fijamos en los detalles. Ir a la cancha es un rito extendido, biográfico, familiar, que lo asumimos como parte de nuestro paisaje. Nos dimos cuenta del valor de ir al estadio ahora que no podemos asistir.

Ir al estadio, para quienes amamos el fútbol, es una herencia que viene de nuestros ancestros y tratamos de proyectar en nuestros descendientes. En el fútbol de antes, antes de internet, de las ticketeras, de los abonados, debíamos llegar temprano, hacer la fila, tener paciencia, comprar una entrada y esperar nuestro turno para ingresar. Nos criamos en un fútbol de vendedores de productos clásicos, de café en la tribuna, de hinchadas que se dedicaban a ver el partido, donde los protagonistas estaban siempre en la cancha, no en el aguante. Algo se extravió en el camino. La tecnología hizo todo más rápido y accesible, pero se esfumó ese paraje costumbrista que sólo encontrábamos en el estadio. Nos convertimos en huérfanos de un fútbol que se juega en recintos que se asemejan más a un centro comercial que a un escenario deportivo.

En medio de una pandemia que no afloja, la ANFP elabora protocolos para que el público regrese a los estadios. Con aforo reducido, con ambas vacunas, con distancia social. Una serie de condiciones que buscarían el retorno de los aficionados después del receso de Copa América. En las últimas semanas ha surgido la opción de que nuestro país sea la sede de emergencia para un torneo que a todas luces no reúne las condiciones para jugarse. El fútbol en Chile ha sido una actividad privilegiada. No se detuvo mientras muchos trabajos se vieron paralizados, cientos de chilenas y chilenos perdieron sus empleos y a la crisis sanitaria se unió una derivada económica y social. Cuando las señales son confusas, el debate arranca de premisas distorsionadas. La apertura de los centros comerciales, por ejemplo, contrasta con un partido de fútbol que se juega en un espacio abierto pero cuyas puertas siguen cerradas.

El regreso del público a los estadios es un anhelo que muchos cobijamos con entusiasmo. No sé ustedes, pero apenas se pueda, lo primero que haré será ir al estadio. Como antes, como siempre. Sin apurarse, respetando los protocolos, cumpliendo las medidas y quizás rescatando algunas cosas del fútbol de antaño, donde lo importante era ver el partido, llevar a la cancha nuestros recuerdos, añorar nuestra biografía y poder enseñarle a nuestros hijos las reglas del juego más lindo del mundo, como nos enseñó el padre, como nos enseñó el abuelo.