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Messi y la lámpara maravillosa

En algún momento algo se perdió. Se extravió. Y ese difuso panorama a algunos nos pega como una enorme paliza de desilusión. Sabemos, porque no somos ingenuos, que el fútbol es una industria que mueve millones de pesos, dólares, euros en diferentes variables. Sabemos que los medios también somos parte de esa industria. Y sabemos que lo que genera dinero cuesta dinero. Pero en alguna parte llegamos a cifras que son siderales y escuchamos argumentos contundentes, pero tan mercantiles, que nos convierte en nostálgicos de un pasado que no volverá y que quizás jamás existió.

Messi lloró cuando anunció su partida del Barcelona. No tenemos por qué dudar de su sinceridad. Ha sido el equipo de toda su vida y se marcha cuando, aparentemente, tenía un acuerdo para proseguir en el club catalán hasta el fin de sus días como futbolista. Pero la Liga dijo que no, que el Barcelona no tenía el sustento económico para pagar ese monto en una plantilla que ya era, a todas luces, multimillonaria. En definitiva Messi se va a jugar a una competencia donde sí se le pueda pagar una cifra que suena escalofriante de sólo escucharla.

Dicen que las súper estrellas se merecen esas cifras porque su talento genera muchísimo más dinero para las instituciones. Hemos llegado a un momento en que el deporte de alta competencia se ha convertido en una forma de esclavitud, pero muy bien remunerada. Excelentemente bien remunerada. Los clubes son dueños, propietarios, del destino de sus futbolistas. Se mide todo en cánones de mercancía y esos parámetros a menudo son demasiado fríos y no concuerdan con una actividad que tiene mucho de inexplicable: ¿Cuánto vale la pasión por un club? ¿Cuánto vale la sonrisa de un aficionado? ¿Cuánto vale el liderazgo de una figura? ¿Cuánto vale un aliento a nuestro equipo cuando pierde?

En un par de días más Messi será anunciado en otro equipo. Y se venderán millones de camisetas con el número 10, que seguro será el que usará en su nuevo club. En este mundo pandémico, los derechos de transmisión de ese torneo probablemente suban en un porcentaje importante. Y los focos de todos sigan la pista de un jugador a quien le han transmitido por TV todos los partidos que ha jugado en su vida. Tras un par de semanas, nos acomodaremos a esta nueva realidad y lo que parecía imposible no sólo será posible, sino hasta saludable.

Dicen que Messi merece ganar esos millones porque genera aún más millones. Pero si priorizáramos en una sociedad saludable, vale la pena preguntarse cuánto debería ganar un médico, una profesora, una maestra, un poeta, una servidora social, un científico, tantos y tantas con oficios tan trascendentes.

Algunos creemos que el fútbol sigue siendo un juego. Muy importante. Relevante. Serio. Pero comienza y termina como un juego. Nos aferramos a esa noción, aunque el mejor futbolista del mundo se vaya a jugar a una Liga donde le puedan pagar lo que valen sus goles.