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La batalla de Chile

Chile está en una encrucijada. En menos de un mes la selección se juega su última chance de pelear por una plaza al Mundial de Qatar. Esta vez es en serio. Los partidos del 7, 10 y 14 de octubre son la última oportunidad. De no cosechar una importante cantidad de puntos (7 como mínimo), se despedirá de la opción de jugar una Copa del Mundo prematuramente. Los números sencillamente no dan.

Esa es la variante matemática de la discusión. La futbolística tiene otros matices. Ante Perú, Venezuela y Paraguay (los próximos rivales), Chile debería contar con Alexis Sánchez y se convierte inmediatamente en otro equipo. Sánchez es el foco ofensivo más importante del equipo. El máximo anotador y el mayor asistidor, además de generar inquietud en las defensas rivales, que se preparan de un modo diferente cuando el nortino está en la cancha. Lasarte debería contar con Ben Brereton, una carta ofensiva más para un abanico escaso de nombres. Chile hace poco daño en la zona contraria y el universo de jugadores es escaso. Cuando se pide el recambio a gritos, la respuesta es muda: muchos devuelven una camiseta de titular. Terminan jugando los mismos no por decreto, sino porque son mejores y pocos, muy pocos, amenazan su condición de fijos en el once estelar.

Hay poco donde elegir. Lo dijo Sampaoli, lo reiteró Pizzi, lo reafirmó Rueda y lo padece Lasarte.

Pero Chile está en medio de otra encrucijada, si se quiere más estructural. El torneo chileno se está convirtiendo hace rato en un botín para los representantes de jugadores, quienes hace rato traspasaron la línea de ser agentes de futbolistas para convertirse en controladores de la mayoría de los clubes nacionales. El torneo nacional inclinó su vara hacia abajo desde el momento en que los planteles son conformados más por los representantes que por los gerentes deportivos o técnicos. Uno puede determinar dónde puede jugar un futbolista dependiendo quién lo represente. Hay clubes que abren la puerta de par en par a algunos agentes y otros tienen la puerta cerrada con seguro y candado.

Los equipos no se arman dependiendo las características de los jugadores ola necesidad detectada por un DT, sino por las posibilidades que tenga el representante de turno. ¿Influye eso en la selección? Por supuesto, porque son los clubes los encargados de generar nuevos futbolistas. La selección, como su nombre lo indica, escoge, selecciona, distingue. La mayor parte de los equipos chilenos están maniatados, atrapados, secuestrados, controlados, por representantes que simplemente tratan de hacer su negocio. No es ilegal. Es permitido y avalado por dueños de clubes que aún no se percatan que la única forma de ganar dinero con el fútbol (si ese es su fin) es sacando jugadores de las inferiores, no convirtiendo sus sociedades anónimas deportivas en un trampolín para la circulación de futbolistas.

El ilustre Consejo de Presidentes la ve pasar, sin tomar medidas respecto al rol de los representantes y los dueños de clubes. Definir eso, determinar hacia dónde va la industria, evitar un descalabro que puede ser aún mayor en futuras selecciones, parece importarle a muy poca gente.

Creo en Chile y su destino. Pero se debe cambiar el foco de la discusión de manera urgente. De otra forma quedar fuera del próximo Mundial será sólo el primero de varios tragos amargos que amenazan con venir.