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Universidad de Chile no ganaba un partido hace once fechas, pero ganó el que tenía que ganar, la última bala que le quedaba en la casilla. La U había hecho un gol en nueve partidos, pero ante La Calera hizo tres en doce minutos, momento oportuno para evitar el ignominioso descenso a la Primera B. El postrero gol de Junior Fernandes sirvió para eludir el descenso directo y la promoción, pero la U aún está lejos de salvarse.

Universidad de Chile zafó de un embrollo mayor porque irse a la B era un descalabro deportivo, institucional y financiero. Pero no deben pensar ni por un segundo que aquí no ha pasado nada y aplicar borrón y cuenta nueva. Los azules deben convertir esta crisis en una oportunidad para no cometer los errores que los dejaron a la borde de la cornisa.

Una misión de club. Una idea. Un planteamiento que vaya más allá de lo económico. En los tiempos del fútbol-empresa no se puede dejar de poner el foco en la pelota. Porque este negocio, el del fútbol, es diferente a todos los demás. Acá los advenedizos sufren, los apellidos rimbombantes no tienen el paraíso asegurado y no siempre 2+2 resulta 4.

La U perdió el norte hace rato. El anterior máximo accionista, Carlos Heller, asumió hace muchos años prometiendo reverdecer laureles y construir el ansiado estadio para el club. No hizo ninguna de las dos cosas y vendió su porción cuando la crisis económica era un pozo gigantesco.

Los nuevos accionistas jugaron al misterio y eso no se puede olvidar. La memoria en este caso no puede ser a corto plazo. Pese a la insistencia del rector de la casa de estudios, mantuvieron bajo siete llaves la identidad real de los verdaderos propietarios ocultos bajo el paraguas de un fondo de inversión que todo lo cubre.

Una política deportiva. A veces es bueno mirar al costado y replicar las cosas buenas. Universidad Católica se acaba de consagrar tetracampeón del fútbol nacional. Mantienen una máxima que suena simple, pero no lo es tanto: no contratan ningún jugador que el técnico no quiera, pero tampoco adquieren futbolistas que el club no quiera. Contratan poco, no más de dos o tres refuerzos por año, porque la base está y porque la cantera nutre de jugadores.

La Universidad de Chile no sólo cambió varias veces de entrenador en esta temporada, sino que cambió a los directores deportivos. Demasiados giros, todos muy poco claros. La U no puede volver a contratar jugadores que vengan lesionados para hacerle el favor un representante que se lleva su comisión. La U no puede volver a cerrarle la puerta a futbolistas sólo por el hecho de no estar asociados con el agente regalón de los dirigentes. La U no puede volver a gastar más dólares en representantes que en futbolistas. La U no puede ser otra vez caldo de cultivo para inversionistas que creen que como todo les sale fácil, el fútbol sería pan comido para sus intereses que están lejos de la cancha. La U no puede seguir ocultando quienes son sus verdaderos propietarios porque la ley ampara ese sigilo extremo. La U no puede volver a tener dirigentes que piden la salida de periodistas porque dicen algo que les desagrada. (Alejandro Lorca, relator de TNT Sports, no volvió a narrar a la Universidad de Chile después del berrinche de Cristián Aubert). La U no puede volver a transitar por el borde, pues lleva tres temporadas mirando más la tabla de abajo que los lugares de avanzada.

La U evitó el descenso, pero aún le faltan pasos para salvarse.