Con 55 años, Marlene Flores es una leyenda del running. La deportista desarrolló gran parte de su vida en competencias de calle, logró uno de los mejores tiempos de Chile en maratón y en 2009 se enamoró del trail. En esa especialidad revivió los alegres, y también difíciles, días de infancia. Han pasado 46 años desde que se dio cuenta que podía “ser una grande”, pero hoy lo vive con la misma pasión. Mientras espera transporte, en el Hotel Remota de Puerto Natales, ella reconoce: “Estoy nerviosa”, dice a AS. En las próximas horas inició una ruta de 9:52:00, que la llevó a ganar los 55K de Ultra Fiord 2022, uno de los eventos más lindos del mundo . El escenario ideal para realizar un balance de su exitosa carrera como profesional.
- ¿Es cierto que se iba corriendo a su colegio? - (Sonríe) Yo nací y crecí en el campo, en Maullín, muy cerca de Puerto Montt. Éramos tres hermanas. Mi hermana mayor se fue al pueblo porque tiene una displasia de cadera, pero las otras dos teníamos que trasladarnos a la escuela rural. Salíamos a las seis de la mañana a ordeñar las vacas con mi padre y después me preparaba para ir al colegio. Muchas veces me iba corriendo durante más de una hora. Otras veces organizábamos un juego (ríe).
- ¿Cuál? - Mi padre nos pasaba un caballo para que fuéramos al colegio, porque si nos pasaba dos, hacíamos carrera. Éramos traviesas y era peligroso (ríe). Mi hermana se iba sola en el caballo y yo le hacía carrera. Eran juegos de niña, pero yo me di cuenta que no me cansaba. Gracias a eso me fui descubriendo. Después llegaba al colegio y lo único que quería era tener educación física. Cuando volvía a la casa, tenía funciones muy pesadas con mi padre. Y cuando terminaba, volvía a decir que quería correr. A los 12 años corría 55 kilómetros. Empecé a creer que, si corría todos los días, podía ser grande a futuro.
- ¿Las adversidades forjaron su espíritu competitivo? - Claro, yo corría con botas plásticas, nomás. Con lluvia, viento, barro o granizo. Han pasado 46 años y sigo en lo mismo, no me canso. El año pasado fui campeona nacional de ultra distancia. Ahora corro con las más jóvenes y sigo disfrutando. Se me arruga la piel, pero no el alma. La vida me hizo fuerte y resistente. Mi papá me decía que, si hacía algo, lo hiciera con cariño y voluntad. Sino, que no lo hiciera. Eso me convirtió en alguien valiente.
- ¿Cómo llegó a ser profesional? - Yo tenía que decidir si estudiaba o me dedicaba a esto. Lo primero era difícil porque se necesitaban recursos, pero lo segundo también. ¿Quién vivía del deporte? Nadie. Sin embargo, yo dije ‘voy a ser diferente, voy a ser la mejor de Chile y viviré de esto’. Mi padre me decía ‘hija, no sueñes tanto, que te puedes enfermar’. Le dije que lo iba a lograr. Ese fue el primer peldaño de una escalera gigante.
- ¿Cómo continuó ese ascenso? - En el colegio di los primeros pasos. Después, cuando tenía 14 años, una alcaldesa de Maullín dijo ‘hay una niñita que corre mucho’ y me hicieron una carrera. Después fui a una carrera en Puerto Montt gracias a una venta de quesos que hicieron mis padres. Le gané a todo el mundo. El año 1984 ya había clubes que se estaban formando y que me ofrecieron un intercambio a cambio de representarlos. Ese fue un paso muy importante. Cuando salí de cuarto medio, una tía me llevó a vivir a Viña del Mar. Nuevamente arrasé con todo y me hice conocida. Estudié técnico en farmacia para tener algo. La Universidad de Valparaíso me contrató. Me lancé al mundo y en el 1989 me contrató la Universidad Católica con un sueldo mensual. Me ofrecieron estudios. Yo quería estudiar periodismo, pero a veces la vida te presenta otras situaciones.
- ¿Qué pasó? - Fui a Puerto Montt, donde tenía un pololo y quedé embarazada. No me arrepiento de la vida que tuve, pero sí tuve un hijo maravilloso, que hoy tiene 31 años. Me divorcié tempranamente y seguí adelante. Aún tenía el 'bichito' de seguir profesional. Comencé con todo el año 1991, hasta el día de hoy. He tenido un peregrinaje de éxitos. No puedo ser malagradecida y decir lo contrario.
- ¿Cuáles fueron sus tres carreras más inolvidables? - Primero, el maratón de Frankfurt 1997, donde tuve mi mejor marca (2:35:08). Fue ocho meses después de operarme la columna y que me diagnosticaran que no volvería a correr. También elegiría los primeros 100 kilómetros que hice. Fue en Patagonia Run 2014, en Argentina. Como era mi primera incursión en el ultra trail y no sabía de zapatillas, en la mitad de la carrera se me despegaron las diez uñas. Salía la sangre por mi zapatilla. Y en los últimos 500 metros tuve que parar, porque la emoción era demasiado. No podía llorar y correr a la vez. La tercera podría ser en Guyana Inglesa, donde salí bicampeona sudamericana en 21 kilómetros. Iba primera, pero en la meta me pasó una brasileña.
- ¿Qué le ocurrió? - Yo no sabía de mi vida. Era como si estuviese borracha. Es un país que está debajo del nivel del mar y no había el sistema de deshidratación. Llegué y desperté en un hospital. Prácticamente estuve muerta con electrolitos a la vena. En un momento sentí que me despegué de mi cuerpo físico y que estaba en un lugar demasiado tranquilo. No fue una carrera tan importante, como ganar un panamericano, iberoamericano o un mundial, pero ahí conocí otra parte de la vida y de la muerte. Estuve tan cerca de la muerte porque tuve problemas cardíacos. Estaba en algún lugar y sentía ‘esto es una maravilla, de tanta paz’, pero tenía a mi hijo con 8 años y dije ‘si yo me quedo aquí, algún día mi hijo va a decir que era una egoísta’ y volví a mi cuerpo físico. Me empezaron a monitorear. Eso fue el 1998.
- ¿Cuándo partió en el trail? - En 2009 y nunca más quise volver a la calle o pista. Esto que hago ahora es lo que hacía cuando crecí o cuando iba al colegio. Si voy con un frontal, soy feliz, porque voy iluminando el camino. Después corrí dos o tres competencias de 160 kilómetros. Mi mejor tiempo fue de 26 horas con 48 minutos. Llegué tranquila y muy ordenada.
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- ¿Cómo se puede correr tanto? - (Sonríe) Desde el primer momento en que te preparas para un evento, ya debes creer que lo vas a conseguir. Independiente que el proceso de entrenamiento físico no sea el mejor. No hay que hacer cosas sobrehumanas para entrenar, no puedes terminar arrastrándote. Eso ya sería acumular cansancio. Yo entreno mesuradamente. Como mucho, 30 kilómetros diarios. Y segundo, la fortaleza mental que es importante. Tienes que creerte el cuento: lo vas a lograr. Debes pensar ‘cuando lleve 100 kilómetros, voy a ir feliz de la vida y voy a pensar que me queda poco’. Y en los otros 60 kilómetros, voy a ir tranquila. Si tienes un poco de negatividad, la carrera se vuelve una carga y te vas a intoxicar. Yo amé y perdoné cosas mientras corría los 160. Solucioné todas las penas del corazón. Soy tan feliz, que mientras corro, no existen momentos negativos. Que nunca la carrera se convierta en angustia.
- ¿En qué parte de la escalera está ahora? - (Silencio) Subí toda la escalera y estoy arriba en un descanso donde puedo disfrutar.
- ¿A qué se refiere? - Todos esos años siempre tuve personas que me apoyaron, pero eso significa un compromiso mayor de demostrar. Un futbolista que gana un montón de dinero tiene que demostrar por qué es el mejor. Yo siempre tuve una tremenda presión. No faltaba la persona que me decía ‘Marlene, espero que te vaya bien, porque tal empresa hizo un esfuerzo para apoyarte’. Con eso te liquidan si es que no eres fuerte. Los periodistas me preguntaban a los 38 años si pensaba en retirarme. Les decía ‘todavía no sé, quizás a los 45’ (ríe). Ya llevo diez años extra. Hoy no pretendan que yo logre cosas que tiempo atrás podía conseguir. Nunca he pensado que estoy vieja, no me siento vieja. Quizás mi piel tenga arrugas, producto del sol, el viento y los granizos (ríe). Pero me siento capaz, pero con menos presión. Ahora corro cuando quiero.
- ¿Por qué eligió correr en Ultra Fiord? - Es una gratitud a mi querido amigo, Stejpan (Pavicic). A él le encanta que yo venga y yo feliz de aportar con mi presencia, a motivar a la gente. Y, además, pisar estas tierras es mágico. Muchos de nosotros no nos damos el tiempo de hacer un trekking. Hay mucha gente extranjera que desea estar aquí y yo pienso que yo no lo hago estando aquí mismo en Chile. Mira este paisaje (observa). Es un privilegio.
- ¿Y respecto a la arista técnica de la carrera? - Me gusta lo difícil, no lo fácil. Esta carrera es sumamente difícil. Es muy técnica, salvaje, riesgosa y sufrida. Me gusta estar aquí. Son esos factores que me hacen volver siempre.