El tortuoso recorrido de López: Osorio, Assadi y los esquemas
El DT intentó con tres propuestas posicionales, pero no resultó. La forma de juego jamás alcanzó una definición y los roles de los dos juveniles fueron otra controversia.
Finalizó la etapa de Diego López al mando de Universidad de Chile. El decepcionante empate 0-0 ante Coquimbo fue un obstáculo insalvable para el DT uruguayo y, durante la mañana de este viernes Azul Azul, anunció que deja el cargo. Su reemplazante, en forma interina, será Sebastián Miranda, entrenador del fútbol joven que cumplió la misma labor antes de la llegada del charrúa y además fue uno de sus ayudantes en el cuadro azul.
El desempeño de López, claramente, no fue el esperado. Llegó con un currículum atractivo, a raíz de su paso por Peñarol y también por su etapa en Italia al mando de Cagliari, Palermo, Bologna y Brescia. Sin embargo, dos graves falencias en su gestión resultaron determinantes: la U jamás adquirió un formato de juego definido y el equipo tampoco sumó los puntos suficientes para conseguir alguna tranquilidad en la tabla de posiciones.
Primera opción
Al inicio de su gestión, López declaró que su labor apuntaría a obtener una forma futbolística concordante con el perfil de club grande de la U. Por lo tanto, la meta estaba clara: control mayoritario del balón, accionar predominantemente en campo rival, continuidad de situaciones de finalización en la portería contraria y una estructura defensiva sólida, a metros de distancia del propio arco y con eficacia en los duelos en las maniobras de repliegue intensivo. Nada de esto, a la larga, fue posible y el cuadro azul profundizó su irregular funcionamiento colectivo.
En su estreno, y también en los partidos iniciales de su gestión, López exhibió absoluta convicción en el empleo del sistema de juego 1-4-4-2. Sin embargo, de partida hubo una alerta y ocurrió en la Copa Chile, contra General Velásquez. El cuadro de Segunda División, durante los dos encuentros, dominó las acciones y atacó constantemente, lo que de inmediato comenzó a dejar dudas. La clasificación a la siguiente etapa del torneo solo aplacó momentáneamente la inquietud.
Una variante
El DT uruguayo tomó nota del asunto. Introdujo un cambio posicional en busca de otra fisonomía de juego. La dupla de atacantes desapareció y el estratega recurrió a la presencia de un volante ofensivo en vista de la falta de generación de fútbol. Los azules, entonces, actuaron por momentos con un esquema posicional 1-4-2-1-3. Pero el panorama no cambió.
La U siguió siendo un equipo carente de elaboración de juego y el principal perjudicado fue Ronnie Fernández, quien más actuó como único centrodelantero. El ariete solo era habilitado mediante envíos largos y, aunque igual se las arregló para gestionar algunas acciones ofensivas, nunca contó con el acompañamiento de los hombres cercanos para generar un volumen posicional que garantizara la continuidad de cada jugada.
En este contexto, otra temática controversial fue la presencia de Darío Osorio y Lucas Assadi. Inicialmente, López optó por ambos en los puestos de volantes externos (sistema 1-4-4-2) con perfiles cambiados. Los juveniles por momentos incidieron en ofensiva, pero al ser la U un equipo que cedía el control del balón terminaban muy retrasados y en labores defensivas desgastantes. Hasta el último minuto de su labor, la situación de los canteranos resultó ser un tema no resuelto por el entrenador.
La última variante del DT por cambiar el curso de los azules ocurrió ante Coquimbo. López sorprendió con un esquema posicional 1-3-4-3, ya que no había esbozado antes la posibilidad de alinear un trío de centrales en la última línea. Al margen de esto, y también de la presencia de laterales volantes, el interés se concentró en el rol de Assadi y Osorio. Ambos funcionaron como punteros cerrados más cerca de Ronnie Fernández, pero tampoco hubo caso. La U no disparó ni una vez al arco y fue el último de López en la banca.
Números categóricos
La imagen de la U en la cancha, durante la etapa del DT uruguayo, tuvo también un correlato en las magras cifras que dejó su gestión en el cargo. Considerando la Copa Chile y el Campeonato Nacional, López dirigió 13 partidos y el rendimiento alcanzó solo a un 35,9 por ciento. El promedio de gol por duelo fue de 0,92 y la media de tantos en contra llegó a 1,38. O sea, estadísticamente la U siempre recibió más goles de los que marcó.
Otro aspecto que llama la atención en el ciclo del charrúa tiene que ver con la posesión de balón. Los azules jamás superaron la imagen de un equipo superado en esta faceta y las cifras resultan elocuentes. El promedio de tenencia rival asciende a 55 por ciento, valor poco entendible en el funcionamiento futbolístico de un cuadro grande.
Esto, por supuesto, también tuvo un impacto en algunas variables ofensivas. Los azules promediaron 12 acciones de finalización, en tanto que los rivales sumaron 15 por encuentro. Además, la U solo pudo convertir recién en la décimo tercera acción de finiquito y sus oponentes lo hicieron en la onceava llegada.