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Álvarez lo entendió todo

La mejor incorporación de la Universidad de Chile en los últimos años ha sido, sin duda, Gustavo Álvarez.

Álvarez lo entendió todo
JONNATHAN OYARZUN/PHOTOSPORT
Cristian Arcos
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La mejor incorporación de la Universidad de Chile en los últimos años ha sido, sin duda, Gustavo Álvarez. La memoria es frágil y es menester refrescarla: cuando asumió en la banca de la U, los azules venían de una época de confusión, traducida en una anarquía feroz en la cabina técnica. Lo primero que hizo Álvarez fue darle tranquilidad y eso en un equipo grande, con alta exposición mediática, es bastante.

Están también las virtudes futbolísticas. Álvarez fue campeón con Huachipato, lo que nunca es sencillo en nuestra competencia. Y si bien no se corona en la Universidad de Chile en el torneo Nacional, lo convirtió en un elenco competitivo, clasificó a fase directa de Copa Libertadores (tras siete años) y ganó la Copa Chile. Recuperó algunos jugadores, subió algunos rendimientos y afianzó tendencias.

En Copa Libertadores, al menos en la primera rueda, el equipo sacó siete de nueve puntos posibles, ganándole a equipos siempre complejos como Botafogo (último campeón de la Libertadores) y Estudiantes, en calidad de forastero. Pero Álvarez además entiende su rol como entrenador de un equipo grande. Pone la pausa en sus declaraciones cuando es necesario. Analiza los partidos más allá de los resultados. Explica los cotejos, gane o pierda. No busca atajos en sus comentarios y la exageración no es parte de su repertorio.

Álvarez fue prudente tras la tragedia del Monumental, comprendiendo que la lucha por la pacificación de los estadios es de todos y que también le puede tocar en su vereda. Se pone del lado del hincha cuando corresponde, sin dedicatorias tribuneras, como cuando inexplicablemente le modificaron el horario de un partido a 24 horas de jugarse.

Hoy por hoy, Gustavo Álvarez ha asumido incluso roles que no le corresponden: ser la cara visible de una institución que dentro de la cancha camina con virtuosismo, pero afuera vive una guerra civil entre su directorio que no da tregua. Obviamente es empleado del club, pero incluso en esa disyuntiva se mueve con mesura.

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Un aporte total a la competencia, más allá de los resultados, que en general también le han favorecido.

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