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Es probable que el directorio de la ANFP haya vivido su peor semana. La filtración de conversaciones privadas de un grupo de WhatsApp entre presidentes de clubes, no sólo generó una fractura entre el ente rector del fútbol y el Gobierno, sino que instaló el germen de la sospecha.

¿Quién filtró el chat?

¿A quién perjudica revelar estas conversaciones?

¿Quién se beneficia con esto?

Son preguntas abiertas que se hacen en ambos palacios, en el del fútbol y también en La Moneda, donde el lío está lejos de terminar. El Ejecutivo pretendía establecer un puente con el fútbol y darle un componente público, que le sirviera como coartada para iniciar otras conversaciones. El proyecto de ley que impedía que deudores de pensiones alimenticias entraran a los estadios, le daba al fútbol un estatus diferente. Incorporaba a la competencia en una política pública. Porque a los deudores no se les impedía ir al cine, asistir a un concierto o comprar en el retail. No. Se les impedía entrar al fútbol, convirtiéndolo al fútbol en un aliado del Ejecutivo.

Pero más allá de ese aspecto, en la ANFP están centrados en descubrir quién es el filtrador. Claramente esta maniobra es una declaración de algo que viene rondando como un zumbido de abejas hace mucho rato en el seno del fútbol chileno. Se está preparando una fórmula para la salida de Pablo Milad del directorio. Un grupo importante de timoneles está confeccionando un directorio de transición para provocar una salida que puede ser diplomática o a través de un Golpe de Estado. No sería la primera vez que eso sucede en Quilín, en todo caso.

Más allá del desgobierno corporativo, queda de manifiesto una vez más donde está radicado el gran problema del fútbol nacional, cuyas implicancias están en los pasillos y rebotan a la cancha y las gradas. El Consejo de Presidentes de Clubes, de poderes plenipotenciarios, que se regula a sí mismo, que define normas y castigos para ellos mismos, no está compuesto por presidentes mandatados por un período determinado que representen intereses y valores de las instituciones. No. Está conformado por dueños de clubes que cobijan sombra de su propio árbol. No hay una visión de Estado, una mirada que contemple el beneficio de la actividad en general, de eso que llaman industria. Cada uno se rasca con sus propias uñas y si eso significa filtrar una conversación de un grupo de whatsapp donde participan sólo dieciocho personas, no trepidan en hacerlo.

¿Qué más son capaces de hacer?

Creo que pronto lo descubriremos. Atentos al próximo caramelo.