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Chupete, el adiós al último 9

Suazo dijo que ya no jugaría más, después de una carrera llena de títulos, de logros y de muchos, muchísimos goles.

Chupete, el adiós al último 9
RAUL ZAMORA/PHOTOSPORT
Cristian Arcos
Actualizado a

El fútbol comienza siendo un juego y la verdad, más allá de los dólares, los euros y eso que llaman industria, termina siendo un juego. Un juego muy relevante, muy popular, un juego que genera adhesiones y mucho dinero, pero un juego al fin y al cabo.

En ese juego mágico, ese que aprendimos de chicos, el objetivo era encajar la pelota en el arco contrario, sin que nadie pudiera atajarla o desviar el lanzamiento. Eso que llamamos gol. El equipo que más goles anotaba, ganaba el partido. Y el jugador que más veces convertía, era el apetecido. El goleador, una raza única, una camada insustituible.

Esta semana, el último exponente nacional de esa raza anunció su retiro. Humberto Suazo dijo que ya no jugaría más, después de una carrera llena de títulos, de logros y de muchos, muchísimos goles. Suazo, el Chupete, logró el valioso atributo de ser respetado por todos.

Pero esta columna no se trata de Suazo. O al menos no sólo de él. Sino de los otros Suazo, los que ya no salen como antes, los que hoy cuesta encontrar en los equipos chilenos, los que importamos, pero no generamos. Porque Suazo tenía condiciones propias, pero también tuvo una formación, entrenadores que confiaron, que generaron el espacio que luego él supo mantener.

¿Por qué ya no tenemos 9? Después de Humberto Suazo, la selección ha carecido de un atacante central. Tanto es así, que la generación dorada no contaba con uno. Chile se convirtió en un equipo goleador sin tener un 9, con Alexis Sánchez y Eduardo Vargas portando dicho estandarte, pero siendo otro tipo de futbolistas.

Ya sea por tendencia mundial, por moda o caprichos técnicos, los equipos han generado una alta cantidad de jugadores que corren y corren mucho. Los equipos chilenos corren. Tenemos extremos por doquier, pero extremos sin gambeta, sin enganches, extremos sin gol. Pero son grandes, potentes, en velocidad podrían competirle a cualquiera. Sin embargo, nuestros formadores han olvidado la pelota en esa ecuación. Ante eso, el 9 aparece como un náufrago, destinado a bajar balones, a marcar a los centrales, a alejarse del gol. Y la mayoría de los clubes, en Primera, Primera B, van a buscar a ese centro referencial a otras latitudes.

Quizás no nos damos cuenta, pero lo que menos hay en Chile son 9 y 10. Los distintos. Los diferentes. Criamos jugadores a partir de un molde, de una estructura. A partir de métricas. Pero este juego se sigue jugando con una pelota.

Chupete no era el más alto, no era el más rápido, no era el más hábil. Pero era el mejor de todo en su puesto.

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Ya somos viudos de su impronta goleadora. Humberto Suazo, un distinto, un diferente. Un irrepetible.

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