Arcos

Esto se cura con amor

El adiós de Russo fue uno de esos momentos de brillo a la hora del adiós.

Esto se cura con amor
Hannah McKay
Cristian Arcos
Actualizado a

Miguel Ángel Russo murió como le hubiera gustado morir, siendo técnico de fútbol. La muerte, ese tránsito inevitable, esa ruta inexplicable, rara vez nos permite terminar nuestros días como desearíamos. La muerte, con su dolor a cuestas, en algunas ocasiones genera despedidas que iluminan. El adiós de Russo fue uno de esos momentos de brillo a la hora del adiós.

La vida de Miguel Ángel Russo estuvo atada al fútbol. Un amor genuino, sincero, tan real como la muerte que se lo llevó el 8 de octubre del 2025.

Como jugador, Russo vistió una sola camiseta, la de Estudiantes de La Plata. Como entrenador, en cambio, se sentó en cabinas de todo tipo. Equipos inmensos como Boca, cuadros modestos como Los Andes. Supo dirigir fuera de Argentina, con recordados pasos en Colombia, Perú y en Chile, donde llegó a semifinales de la Libertadores en la inolvidable campaña de 1996. Era la U de Vargas, Traverso, Fuentes, Rodríguez, Salas, Silvani, que fue despojada de su paso a la final por un cuestionado arbitraje.

Russo logró algo difícil de conseguir en el Deportivo Ganar que se ha convertido el fútbol: ser respetado por propios y ajenos, más allá de los resultados y los colores partidarios. Russo fue campeón con Vélez, con Rosario Central, una Libertadores con Boca Juniors. Pero logró ser identificado con Estudiantes, el equipo de toda su vida; Lanús, el cuadro del que fue hincha; Central, donde dirigió en cinco períodos distintos; Boca, donde tuvo tres momentos, con gloria continental incluida.

Quiso dirigir hasta el último día y lo consiguió. Sus últimas imágenes en el banco xeneize los mostraban deteriorado, pero siempre sonriente. No podía dejar el fútbol. Habría sido como dejar de vivir.

Tal cual. En su adiós se reunieron camisetas de todos los colores, divisiones, países, latitudes Por un instante nos acordamos que la pelota une, conjuga, despierta una comunión que ninguna otra actividad lograr sostener. El fútbol, como lo entendía Russo, es interminable.

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En medio del dolor y la tristeza por la pérdida, Miguel Russo tuvo una despedida como hubiera soñado.

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