ADN RadioConcierto Radio
NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

El verbo competir es uno de los más usados en el fútbol chileno en las últimas temporadas. ¿Qué significa realmente competir? ¿Jugar de igual a igual? ¿Luchar hasta el último minuto? ¿Dejar una buena imagen? ¿Perder por poco?

¿De qué hablamos cuándo hablamos de competir?

A menudo se suele usar este término como coartada para una eliminación decorosa. No todas las derrotas son iguales. Tampoco los triunfos son iguales. No es lo mismo caer por goleada, corriendo detrás de la pelota o subordinado al juego del rival, que dar pelea futbolística, táctica, estratégica y física.

Pero no nos confundamos. Competir no es consuelo. Debería ser el desde, el punto de partida, el inicio del recorrido. Competir no es una caída honrosa ni el consuelo. Competir es demostrar que tienes los argumentos para seguir en la lucha. Competir es lo que hizo Ñublense contra Liga Deportiva en Quito. Porque los de Jaime García ganaron el partido y quedaron fuera en tanda de penales. No se colgaron del travesaño (lo que tampoco es un pecado en sí mismo). Salieron a buscar un encuentro ante un rival que tiene mucho más presupuesto, que tiene jugadores con mayor recorrido, que institucionalmente no tiene comparación alguna. Ñublense no uso coartadas ni excusas. No se quejó antes de que el partido se jugara. Intentó, con sus argumentos, hizo tres goles en la altura de Quito y ganó en los 90 minutos. Para muchos eso es apenas un consuelo. Otros creemos que marca una distinción.

El problema de los equipos chilenos en el último lustro es qué salvo honrosas excepciones, no se ha competido. Y estamos cada vez más lejos. No estamos lejos sólo de los grandes presupuestos, sino también de otras ligas que mirábamos con desdén, como Bolivia, Perú, Paraguay, Ecuador.

El reflejo de esto también se aprecia en las selecciones. No sólo en la adulta, a menos de un mes de un nuevo arranque eliminatorio, sino de las generaciones menores, donde la distancia es apreciable. Chile lleva diez años sin clasificar a un Mundial sub 20, por ejemplo.

En septiembre comienzan las clasificatorias al Mundial del 2026. Hay seis cupos y medio entre diez participantes. Competir es estar en ese grupo. Quedar al margen sería un fracaso total, sin ambages ni subterfugios.