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Esto de Jarry no se vio en 15 años

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Cuando Nicolás Jarry entró junto a Carlos Alcaraz al Court Central de Wimbledon caminó en la dirección opuesta a donde están las bancas de ambos jugadores. En el momento que se dio cuenta, se puso a reír junto al número uno del mundo, que además de ser un crack y volar en la cancha, es un tipazo. Quedó claro que era una experiencia nueva para el chileno. Fue una anécdota graciosa, pero cuando hubo que ponerse serio y competir, ‘Nico’ estuvo a la altura del escenario y del contexto.

En la previa, tenía mucha confianza en que Jarry no iba a ser un rival más para el murciano. Incluso, por jugar en césped, la superficie más incómoda para el español -si es que hay alguna-, pensé ‘se puede’. Obvio que el favorito era Carlitos, pero en arcilla y cemento las chances se reducen muchísimo más.

Yendo al partido en sí, ese ‘se puede’ estuvo latente. Pero vamos por parte. El primer set fue estos típicos que se juegan ante los que encabezan el ranking. Da la sensación de estar ahí, pero aceleran un par de games y sacan la diferencia. Fue así como pasaron del 3-3 al 3-6 en cosa de minutos.

Pero en el segundo, Jarry corrigió varias cosas y también aprovechó algunas inconsistencias de su rival para tener una buena ventaja de 3-0, que pudo ser de 4-0 de no ser por un break point que salvó Alcaraz. Y cuando estos jugadores se salvan y vuelven a reconectarse al partido, emparejan todo. Dicho y hecho. El #1 recuperó el quiebre y todo se definió en un tie break infartante donde ‘Nico’ demostró valentía y el progreso incalculable de este año. Una cosa es ganarle un set a tenistas como estos en un ATP 500 o quizás Masters 1000, pero hacerlo en tu primer partido de Cancha Central en Wimbledon y por 8-6 -porque no le regalaron nada- vale un montón.

Bajó en el tercero un par de games y lo pagó caro, pero luego la ilusión de ver un quinto set fue gigante después de ese arranque 4-1 en el cuarto. Pero a Alcaraz hay que enterrarlo mil veces para estar medianamente tranquilo. Perdí la cuenta de los 40-15 que levantó con la devolución el español. Por momentos, fue realmente desesperante. Sí, Jarry cometía errores no forzados, pero para que eso sucediera, tenía que haber una bola más de Alcaraz. Y esa bola siempre llegaba.

Hay que tener en cuenta el desgaste previo de Jarry, que recién se está acostumbrando a partidos durísimos a nivel psicológico en los torneos más mentales que pueden existir. En cualquier aspecto de la vida mantener la concentración en un objetivo, a veces, es una tarea titánica. Imagínense en un deporte donde cada punto puede cambiar una historia completa de horas y horas.

El chileno venía de varios días consecutivos jugando y con poco descanso por las condiciones climáticas y, también, por decisiones inentendibles de la organización que privilegió a partidos de segunda ronda antes que terminaron los de la primera, algo completamente incomprensible. Por esos factores, haber competido cuatro horas al más alto nivel ante Alcaraz, es para aplaudir.

En las redes de AS leí varios comentarios tipo “con qué poco nos conformamos”. Claro, porque según esa visión todas las derrotas son malas según los campeones del mundo en cada cosa que hacen en su vida. La mirada es simplista y muy vacía: ven sólo el resultado final y no el proceso que llevó a Jarry a luchar por cuatro horas con el deportista que pelea codo a codo con Novak Djokovic por la cima del tenis mundial.

Hace seis meses, Jarry era 152 del mundo y perdía en primera ronda de Challenger en Canberra. Hoy es Top 30 y lejos de su techo. Ah, y algo importante: critican igual ignorando que jugó contra el número uno del mundo y potencial jugador que rompa muchos récords de un deporte legendario.

Pero sí rescato algo. En los tiempos donde abundan los trolls que disfrutan comentando barbaridades y que están agazapados esperando un ‘fracaso’, la mayoría de la gente destacó lo hecho por Jarry y no sólo eso, sino que el chileno logró recuperar algo que hace unos 15 años se había perdido: que prácticamente todo el país estuviera pegado a una pantalla o dispositivo vibrando por un partido de tenis chileno.

El propio uno de Chile o Cristian Garin han jugado partidos importantes de Grand Slam, pero ninguno había generado la sensación mientras se jugaba el partido que se podía tumbar al uno del mundo o ilusionarse con una gesta épica como las que consiguió Fernando González tantas veces. Pensé en Australia 2007 o Roland Garros 2009. Quizás ustedes también.

No voy a mentir. Imaginé el momento en el que el juez decía ‘Game, set and match, Jarry’. Creo no haber sido el único.