Jugar un Mundial

Jugar un Mundial no es poca cosa para un futbolista. Es lo máximo que se puede aspirar a nivel colectivo en un representativo nacional. Y no se puede mirar con menoscabo.

En los próximos meses, más de cuarenta jugadores chilenos van a disputar un Mundial de fútbol, en categorías Sub 20 y Sub 17. El resultado en un deporte competitivo y una industria feroz como el fútbol es relevante, pero es imposible aspirar a posiciones mayores sin un soporte que lo sustente.

Chile ha tenido algunas actuaciones importantes en mundiales juveniles. El 87, jugando en nuestro país, la Roja se metió entre los cuatro primeros. No alcanzó a subirse al podio, pero estuvo a un partido de la final, cayendo en semis ante Alemania Federal.

Seis años después, la Sub 17 quedó tercera en el Mundial jugado en Japón, generando una brisa de aire fresco en un fútbol chileno que estaba en proceso de reconstrucción futbolística y reputacional.

El 2007, el germen de la generación dorada escaló hasta semifinales, perdiendo con Argentina, el futuro campeón. Varios jugadores de ese grupo sostuvieron el proceso de selecciones más exitoso en la historia del balompié nacional.

Hay otras actuaciones, algunas con más luces que otras. En los casos descritos, el equipo pudo ingresar a la llave de semifinales, a un partido de disputar la instancia decisiva. Incluso esas generaciones, todas muy importantes, no tuvieron actuaciones así de relevantes en Mundiales absolutos. Algo pasó en el camino. El resto creció, nosotros no tanto.

Chile está jugando un Mundial Sub 20. En poco más de un mes, disputará un Sub 17. Los resultados son importantes, sin duda, pero lo más relevante es sostener una camada, una idea, un perfil, algo que hemos insinuado en otros momentos, pero muy pocas veces hemos logrado mantener.

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