Ni curas ni curados
Hay un viejo refrán en el campo, allá donde nací y quiero morir. “No creo en los curas ni tampoco en los curados”. Sirve para retratar una posición poco popular en estos días, pero que abrazo con cada vez más devoción: la prudencia a la hora del análisis y alejarme de las conclusiones polares, absolutistas, que dividen el mundo entre los buenos y los malos.
En el incidente protagonizado por Arturo Vidal no creo ni en el escarnio público, en las cadenas perpetuas, como tampoco en hacer vista gorda ante hechos que no solo son preocupantes, sino que adquieren ribetes de delito.
La reacción de los protagonistas ha sido extraña. Si lo que quiere Arturo Vidal es dar vuelta la página, enfocarse en lo deportivo, tratar de levantar el menor polvo posible, tomó la postura correcta. Asumió su culpa, ofreció disculpas, pidió perdón. Si uno le cree o no, es irrelevante. Lamentable habría sido culpar a otros, a las circunstancias, a la presión mediática o manchar los procedimientos policiales o legales.
Pero la posición del entrenador fue errática. Cuestionó los resultados de la medición alcohólica, a la que cualquier ciudadano puede estar expuesto. Le quitó a Vidal cualquier responsabilidad frente a lo ocurrido, pese a que el mismo jugador no la eludió. Dejó claro el casildense que para él lo único importante es ganar, como sea, a cualquier costo, aunque sea contradictorio en algunas de sus medidas fuera del rectángulo verde.
Calificó a Vidal de un futbolista valioso. Vaya que lo es. Es uno de los mejores jugadores del mundo en su puesto. De los mejores volantes chilenos de todos los tiempos. Pero esa calidad parece condicionar las medidas del entrenador. Porque el mismo técnico que no tuvo misericordia ni ambages para decirle a un grupo de futbolistas que serían reservas, parece perdonarle todo a los jugadores que tienen una innegable calidad. Vale la pena preguntarse cómo actuaría Sampaoli si el jugador involucrado fuera otro, no fuera tan “valioso”, sea suplente.
La misma reacción popular, que defiende a su ídolo a ultranza, reaccionaría distinto si el jugador tuviera otro nombre propio, fuera menos popular o no tuviera la calidad que tiene el 23 de la Juventus.
La señal hacia el grupo de jugadores es confusa. No es un misterio que un grupo de futbolistas del plantel no quedaron conformes con la posición de Sampaoli, ambigua, confusa y contradictoria.
Después de un accidente, con alcohol en el cuerpo, donde pudieron morir personas, donde el estado de derecho es claro para tipificarla como delito, lo que menos interesa es si juega o no contra Bolivia. La carrera de Vidal no termina con esta Copa América. Hay cosas más relevantes que ganar o perder un partido de fútbol.
¿Ganar a cualquier costo? Peligroso. En cualquier aspecto de la vida. Los chilenos lo sabemos bien.