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El Bombero Ibáñez

La Revista Minuto 90 tituló de par en par: 'El Bombero que llegó a apagar el incendio azul'. Era 1993. Universidad de Chile no pasaba por un buen período. A los más jóvenes les cuesta creer que el cuadro azul estuvo en Segunda División y tras su retorno le costó un montón enderezar la nave para volver a pelear arriba. Pero así fue. Los nostálgicos y aquellos que tienen más años, recuerdan de memoria que cada punto conseguido era una batalla contra el rival y los propios fantasmas.

El Bombero era Juan Carlos Ibáñez. Venía precedido de un paso por Independiente de Avellaneda, un gigante trasandino. Debutó en un amistoso contra el Real Madrid de Iván Zamorano que terminó igualado a dos. El fin de semana siguiente le hizo tres goles a Palestino. Al final de esa temporada convirtió 15 goles. El romance con la U había comenzado.

Ibáñez era un delantero de rápido gatillo. Zurdo, no necesitaba estar en buena posición y recibir un pase con demasiada ventaja para pegarle al arco. Era un optimista del gol. Cuando podía, cuando percibía la rendija posible, le daba con el alma. A veces entraba, otras no, pero el Bombero siempre intentaba.

Supo Ibáñez ponerse el overol. Salir de su protagonismo y cederlo, en la temporada 94, a un muchacho juvenil que registró una de las explosiones más inolvidables en la historia del torneo criollo. El mozuelo se llamaba Marcelo Salas y apareció como una luz para cambiar la penumbra de la U. El Bombero supo no solo ser su compañero de ataque, sino que también su escudero. Buena parte de los 27 goles que anotó el Matador en aquella temporada, surgieron de una asistencia del argentino, arrastrar marcas o moverse dentro del área para que el zurdo de Temuco se desmarcara. En el segundo tiempo era habitual que dejara el campo, extasiado por labores de marca más que de ataque, para el ingreso de Rodrigo Goldberg. Una fórmula repetida que ayudó a que la Universidad de Chile ganara su primer torneo en 25 años de sequía. La estrategia fue tan eficaz que se repitió en la temporada siguiente, para que los azules alcanzaran el bicampeonato.

Ibáñez también jugó en Unión Española, Cobresal, Concepción y Melipilla. Tras el retiro, se quedó viviendo muchos años en Chile. Pero el Bombero era quitado de bulla y regresó a su país.

La noticia se supo la mañana de este domingo. Algunos dicen que fue una riña, otros que cayó víctima de un asalto. Lo cierto es que el Bombero falleció, allá lejos, en la provincia del Chaco trasandino, a los 46 años.

Cuando los equipos ganan, los abrazos son inmediatos y se multiplican fácil y rápido. Pero para llegar a eso, hay que construir. Juan Carlos Ibáñez participó en la construcción de un equipo que devolvió a la U a los primeros lugares. Y su presencia en el equipo fue sustancial para que estallara Marcelo Salas, quizás el mejor jugador en la historia azul.

Cada vez que convertía, Ibáñez realizaba su festejo imposible de imitar. Una acrobacia circense, una pirueta gimnástica, con salto hacia atrás y doble giro. Una voltereta que muchos recordaron en el minuto de su adiós.

El Bombero se fue lejos, repentinamente, en una madrugada sin muchas luces, con un epílogo violento e injusto. Quizás sin saber que marcó la historia de un equipo que llevaba mucho tiempo sin sonreír.