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El maratón de la farsa

La gigantesca comunidad de fondistas, recreativos y federados, lamentan con buenas razones que la IAAF le haya quitado la acreditación a el Maratón de Santiago. Claro, lo que ocurrió es muy malo, pero en ningún caso puede ser una sorpresa, menos para los organizadores agrupados en la Corporación Maratón de Santiago.

Resulta insólito escuchar al presidente de dicha corporación, el abogado Fernando Jamarne, culpar a la Federación Atlética de Chile por la resolución de la IAAF. Cito: “Tenemos un contrato hasta 2017, donde ellos además reciben dinero. Ellos (la Fedachi) quieren más y ese fue el origen del problema”.

Hay que tener una baldosa muy dura en el rostro:

El origen del problema está en el propio Jamarne, quien, hasta el 2013, era nada menos que el vicepresidente de la Fedachi. Él, junto con el ex presidente Álvaro González, fueron los que crearon la Corporación Maratón de Santiago y fueron los que firmaron el contrato con la Fedachi que expira el 2017. Cabe señalar que hasta la firma de contrato algunos años atrás, la marca Maratón de Santiago pertenecía a la Fedachi.

¿Cómo? ¿Firmaron el contrato como Fedachi y como Corporación? ¿A los dos lados de la mesa? Así es. El hoy dolido Fernando Jamarne , siendo dirigente, fue el que le arrebató a la Federación Atlética de Chile su activo económico más importante y lo transformó en una lucrativa empresa de la cual es presidente. Se habla de 1.000 millones de pesos de flujo y una ganancia superior a los 400 millones.

¿Alguien dijo conflicto de interés? ¿Para quién trabajaba Jamarne como dirigente? ¿Para el atletismo chileno o para su propio beneficio? Es como si Sergio Jadue hubiera creado la Corporación Selección Chilena y se hubiera quedado con todo el negocio, entregándole un porcentaje mínimo a la ANFP o que José Hinzpeter creara la Corporación Copa Davis, poniéndose de presidente y firmando con él mismo un contrato con la Federación de Tenis. Inaceptable, escandaloso.

Ni nos metamos en el tema deportivo, las cartas ya las conocemos. Como competencia, el Maratón del Santiago es una de las menos relevantes del mundo, con un nivel bajísimo, sólo camuflado por cinco o seis atletas internacionales que suben al podio. Ni hablar de los competidores chilenos, pese a lo multitudinario, los millones generados, la subvención del gobierno y la transmisión de televisión, en este momento no tenemos un solo maratonista competitivo ni siquiera a nivel sudamericano. La pelea a combos entre Christoper Guajardo (con dopaje de EPO) y Roberto Echeverría en Toronto, los dos sobre las 2H16 que es una marca apenas aceptable, son apenas un botón del circo. Todo los versos que cuentan a mí no los hacen tragar. Festejan porque no sé cuántos corredores varones bajan las tres horas ¡Tres horas! Una marca para correr en los Olímpicos de 1896. Es como festejar que muchos velocistas chilenos bajen los 12 segundos en 100 metros planos.

Los peruanos, sin ningún maratón circense y millonaria, tienen una generación de maratonistas espectacular tanto en varones como en damas.

Al final Fernando Jamarme, con la ayuda de Álvaro Gónzalez, también hoy miembro de la Corporación, transformó el Maratón en un gran negocio, con decenas de auspiciadores y miles de ingenuos que pagan cerca de 30 mil pesos por correr por las calles de Santiago, pero que no le deja casi nada al atletismo chileno. Apenas un vuelto que el señor encuentra, además, que es demasiado.

Cabe recordar que esta dupla a cargo de la Fedachi tuvo varios momentos de “gloria”, como la censura a los atletas chilenos en el Sudamericano de Lima, el castigo a Odette Palma o el sexto lugar en el Sudamericano de Cartagena, la peor actuación de un equipo chileno en la historia, hablo de 100 años, en este tipo de competencias.

Mientras tanto, las inscripciones están abiertas en la página web. El maratón puede valer hongo, pero el negocio no se puede detener ¿O no, Fernandito?