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No fue idea mía. Guillermo Le Fort, productor de Deportes de Chilevisión Noticias llegó con la noticia. La noche anterior había debutado en Cobreloa por Copa Libertadores un muchacho de 15 años. Era toda una novedad. Un registro histórico. La precocidad del delantero que había enviado a la cancha Nelson Acosta era llamativa.

-Se llama Alexis Sánchez-, me dijo Guillermo.

Partí al aeropuerto Arturo Merino Benítez. Cobreloa pasaría por Santiago pues debía viajar al sur, a un destino que no recuerdo con precisión, a jugar por la liga local. Mi misión era hacerle una entrevista al muchacho Sánchez.

Admito que no lo conocía. Su nombre ya circulaba. Había ingresado en algunos partidos, pero en mi mente no tenía registrado su rostro. Esperaría ahí, en la zona de salida y abordaría al más joven del plantel.

A lo lejos distingo a Nelson Tapia, entonces arquero del cuadro loíno. Nos conocíamos hace un tiempo, sobre todo por los reporteos a la selección chilena.

-Oye – le digo- tengo que entrevistar a Alexis Sánchez. Y la verdad es que no lo ubico-. Mi confesión despertó una carcajada en el cuidavallas.

-Yo te lo traigo. Tranqui-.

A los pocos minutos aparece con un chico menudo, muy bajo de estatura, delgado, moreno, algo despeinado, con un polerón oscuro con tintes naranjas, propiedad del club.

-¿Cómo estás Alexis? – le digo, estirando la mano.

-Bien y usted-, me respondió con amabilidad, marcando de entrada nuestra evidente diferencia de edad.

Antes de comenzar la nota, a la que accedió de inmediato, Tapia le hizo una especie de coaching.

-“Ya Alexis. Respuestas cortitas y directas. No se meta en jardines”, le dijo mientras le ordenaba un poco el rebelde cabello.

La entrevista no duró mucho. El joven delantero de Cobreloa era de pocas palabras, que denotaban cierta timidez, aunque siempre estuvo dispuesto al diálogo.

El joven Sánchez me dio un par de declaraciones que en esta década hemos repetido en el noticiario una y otra vez, porque reflejan no sólo la pureza de un futbolista que soñaba en grande, sino que confirman que desde aquellos años estábamos en presencia de un jugador con una mentalidad diferente.

-“A mí no me gusta hablar mucho. Yo hablo en la cancha”. Esa fue una.

-“Estoy recién partiendo. Escucho todo lo que me dicen mis compañeros, porque no quiero que se me suban los humos a la cabeza”. Otra.

-¿Mi sueño? Yo quiero ser campeón del mundo”. Feroz para un chico de 15 años, que jugaba en Cobreloa y tenía pocos minutos en Primera División.

El resto de la historia ustedes la conocen tanto como yo. El talento de Sánchez y su precocidad llamaron de inmediato la atención. A los 16 jugaba en la selección adulta, fue tercero del mundo con la sub 20, jugó en Colo Colo, partió a Argentina, exitosa escala en Italia, palabras mayores en Barcelona, ídolo total del Arsenal, dos mundiales adultos, dos Copa América ganadas, futuro goleador histórico de la selección.

Alexis representa al Chile profundo. Esforzado. Provinciano. Lleno de carencias económicas y de educación, pero con la fuerza legendaria que te dan los sueños por cumplir. A Alexis Sánchez le gusta el fútbol. Sigue jugando a la pelota. Rescata, como cada niño en este país, la energía y vitalidad que te embruja al ver correr un balón y perseguirlo. Alexis quiere pasárselos a todos y meter muchos goles. Eso es. La esencia del juego. La inocencia que aún tiene el fútbol. Fuera de las luces, los contratos, los triunfos, los fracasos, las coronas, la fama, el dinero, está jugar a la pelota. Simplemente divertirse con el juego más hermoso y democrático del mundo.

¿Por qué queremos tanto a Alexis? Porque pese a que hoy gana más dinero, es más grande, tiene un cuerpo más trabajado, hace más comerciales, mete goles en las mejores canchas, se codea con lo más selecto del planeta fútbol, sigue siendo ese chico en el aeropuerto, que a los 15 años, le confesaba a un desconocido que quería ganarlo todo. Absolutamente todo.

Hoy, 19 de diciembre del 2016, Alexis Alejandro Sánchez cumple 28 años. Y todavía quiere ser campeón del mundo.