La fiesta del Chivo
Aníbal Mosa dijo muchas cosas el jueves pasado. Dijo que era de izquierda. Dijo que Colo Colo era un equipo de izquierda. Dijo que no dejaría el club en manos de la derecha económica. Y dijo que no sería candidato.
Aníbal Mosa mintió en todas esas declaraciones.
Primero, no es de izquierda. Ser de izquierda es actuar de otra forma. Es creer en otros postulados. Es tener otro concepto del trabajo propio y del ajeno. No digo que sea la forma correcta, para nada. Solo hago una descripción. Los hechos públicos de Aníbal Mosa en su rol como empresario y presidente de Blanco y Negro demuestran que de izquierda no es.
Segundo, Colo Colo no es un club de izquierda. Sería injusto reducir al cuadro albo y a cualquier equipo en Chile a una tendencia política determinada. Si algo bueno le queda al balompié nacional es el carácter transversal de la afición que apoya a los clubes. Provienen de diferentes colores políticos, clases sociales, generaciones distintas y credos múltiples.
Tercero, Mosa dejó a Colo Colo en manos de la derecha económica de este país, porque él también representa esos intereses. En su afán, legítimo como máximo accionista, de seguir al frente del Cacique abrió un guiño hacia la izquierda. Era una golosina dirigida a la Corporación, que supuestamente representa a los socios y que es una agrupación encabezada por Fernando Monsalve, que sí es de izquierda, militante del partido comunista.
Cuarto, Mosa sí fue candidato. Y el jueves, cuando dijo que ya no lo era, sabía perfectamente el resultado de la votación de este lunes. Por eso en la edición de Los Tenores de radio ADN, el mismo jueves apenas terminó su declaración, apenas se postergaron los comicios para esta semana, dijimos que el próximo timonel de Blanco y Negro sería Aníbal Mosa, pese a que había tarjado su nombre de la papeleta.
Mosa realizó un pacto con la corporación que incluye varios puntos relevantes, como la rebaja en el precio de las entradas, como una mayor protección al socio. El acuerdo suma que en un período de tiempo y a cambio de 18 millones de dólares aproximadamente, el Club Social se haría cargo de las acciones del empresario sureño. Con esto, tomarían el control del club. Varias dudas deja eso. De todos los puntos acordados, es el único que no fue firmado ante notario. Raro. No hay claridad cómo la corporación reunirá ese monto. Puede venir un empresario y pagar esa cifra, por ejemplo. Y lo más importante. Quienes dominaron el club antes la quiebra han creado una fantasía, una fábula, que Colo Colo era un jardín el Edén que fue despojado por voraces monstruos malvados que echaron a los bellos príncipes a patadas del Reino. Lo lamento, pero eso no fue así. A las asambleas de socios iban cuarenta, la mayoría pagados por la directiva de turno. Las decisiones no las tomaban los socios, sino tres personas que jamás pagaron con su patrimonio el daño causado. Había representantes, igual que ahora, que traían y traían futbolistas, varios de escaso renombre. Los futbolistas y funcionarios no cobraban sus sueldos y las ramas deportivas funcionaban al tres y al cuatro.
Colo Colo tiene una chance que otros clubes no pudieron alcanzar. Aprender de los errores cometidos cuando eran Club Social y Deportivo y de los errores de la sociedad anónima que controla el club. No puede volver a nublarse. Ya no habrá chivo expiatorio a quien culpar.