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Inolvidable, espectacular

"Gracias Fútbol", una expresión espontánea y valiosa en el origen, fue manoseada al punto que perdió todo su valor e, incluso, paso a ser algo despreciativo. "Gracias fútbol" se aplica hoy a jugadores de escaso talento, que amarran el contrato de sus vidas vaya uno a saber cómo y por qué, o a los ex futbolistas que se desempeñan exitosamente en otras áreas, como la televisión, gracias a méritos subvalorados, como podría ser el noble arte de hacer el ridículo sin que te importe.

Con el adjetivo desgastado y subvalorado, cuesta ponerle un rótulo al emocionante, heroico y espectacular partido entre Curicó Unido y Unión Española. Un duelo que viene a recordarnos que el fútbol tiene una magia y simpleza que lo ha llevado a convertirse en el deporte más global, el que genera más pasión y devoción en el planeta.

Que un equipo dé vuelta un 1-4 en los cinco minutos finales en casa, el mismo día que cumple 45 años de existencia y, más encima, con dos anotaciones de un goleador histórico que llevaba casi dos años sin convertir en el torneo nacional, son ingredientes suficientes para estructurar un relato homérico, atractivo, emocionante y legendario.

Estos partidos tienen esa característica. Da lo mismo el día, la instancia del torneo o la cancha donde se juegue. El 5-4 de Universidad de Chile a O'Higgins, en el torneo nacional de 1999, tiene el mismo valor dentro de la memoria del fanático del fútbol que el 2-1 del Manchester United al Bayern Munich la final de la Champions,y del 3-3 de Alemania Federal y Francia, en España 82. Son partidos gloriosos, eternos, inolvidables.

Imagino que ningún "afiebrado" le estará reprochando a Martín Palermo no permitirle seguir jugando al lesionado Ramiro Carrera. Para los imparciales nos es mucho más fácil y pensamos que ni siquiera da para analizar errores ni cuestionar decisiones. Es gozar con la hazaña, es contagiarse de ese aire heroico de una gesta imposible, es volver a ver esos goles, escuchar cómo el estadio se viene abajo nuevamente y que los vellos se vuelvan a erizar, es comprobar que la fe del profesor Lucho Marcoleta mueve montañas y marcadores imposibles. Es dar las gracias por poder ver partidos así.

Gracias fútbol, una vez más.