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Jaime Fillol fue un habitué del All England Lawn Tennis and Croquet Club en los 70 y principios de los 80. Allí se cruzó dos veces con multicampeones del torneo más antiguo del mundo. En 1974 perdió en octavos de final con Jimmy Connors y en 1978, en tercera vuelta, con Bjorn Borg, Coincidentemente a ambos logró arrebatarles un set. Este domingo, 35 años después de su última participación como profesional, pudo ver cómo su nieto Nicolás Jarry Fillol volvió a clavar la bandera de Chile en la segunda ronda.

A Fillol le fue mejor en Roland Garros, donde alcanzó cuatro veces los octavos de final de singles y la final de dobles junto a Patricio Cornejo. Pero con Wimbledon tenía una conexión especial, quizás vinculada con su estampa gringa, de tenis clásico y caballerosidad a toda prueba. Una vez retirado siempre regresó, invitado por su cargo como fundador de la ATP, director de torneo o como ex 14 del mundo para participar del dobles senior. La misma competencia donde este año intervendrá Fernando González. Un par de veces lo acompañó su nieto Nicolás quien desde muy pequeño conoció las centenarias instalaciones de La Catedral y aún atesora un libro con firmas de grandes jugadores de todos los tiempos.

Jarry creció escuchando historias de tenis y comprendió el significado de los Gran Slam, en especial de Wimbledon, un torneo único al que hizo su favorito. Como junior jugó los cuatro grandes y recién en el US Open, en el cuarto intento, ganó su primer partido. Antes el nerviosismo le pasó la cuenta. Por eso hoy, a los 22 años y en su cuarta temporada como profesional, el triunfo ante el serbio Filip Krajinovic (30), vigésimo octavo cabeza de serie, representó algo muy especial para su emergente carrera. Una señal concluyente de que el proceso va por buen camino.

El número uno de Chile tenía a su haber cuatro derrotas en las primeras rondas de los majors, dos de estas en 2017 tras superar tres partidos de qualy en Roland Garros y Wimbledon. Pero ganar una vuelta en el cuadro principal, y más ante un sembrado y top 30 como Krajinovic, tiene otro precio. Un sabor dulce que refleja los evidentes progresos y el nuevo estatus que tiene el pupilo de Martín Rodríguez.

El triunfo en el tie break del tercer set ante Krajinovic fue determinante. Como clave aunque en sentido contrario había sido perder el desempate del tercero en Paris frente a Kachanov, en 2017. A este nivel el tenis está tan equilibrado que un par de pelotas pueden marcar el desenlace de un partido y el declive o repunte emocional de un jugador. Christian Garín, por ejemplo, tuvo en las cuerdas a Adrian Mannarino (26), pero fue derrotado al no cerrar el tercer set, donde estuvo en ventaja de 6-5 y saque. Un par de errores con la derecha lo llevaron al tie break en el que tampoco logró capitalizar su dominio inicial. Aprendizaje en medio de una temporada bastante regular y auspiciosa para el número dos de Chile.

Jarry rompió una racha de siete años sin un chileno en la segunda vuelta de Wimbledon. En 2011 Fernando González luchaba con una tendinitis crónica a su rodilla derecha –operación de cadera incluida para corregir la molestia– pero igual se las arregló para llegar a la tercera ronda antes de caer en sets corridos frente a Jo-Wilfried Tsonga. El Bombardero es uno de los tres chilenos que clasificó a cuartos de final en La Catedral junto con Luis Ayala y Ricardo Acuña. Jarry tiene toda una carrera por delante para unirse a ese selecto grupo. ¿Marcelo Ríos? Llegó a octavos de final en 1997, pero nunca se sintió cómodo en Wimbledon. Tal como lo había hecho Guillermo Vilas años antes, dijo que el pasto era para las vacas.

Estar en Londres, llegar a Wimbledon, entrar al complejo, vestirse de blanco en un vestuario con tanta historia y comprobar lo que el torneo despierta en los aficionados es una sensación increíble para cualquier jugador. Esta semana, un chileno, que ya se empapó de su historia siendo un niño y el año pasado sorteó exitosamente las clasificaciones, dio un nuevo paso en su camino a la elite y se instaló entre los 64 mejores del Abierto de Inglaterra.

Nicolás Jarry, orgullo de su abuelo, no deja de sorprendernos y en el corto plazo, junto con Christian Garín, convertirá estos momentos en una escena habitual. Vayamos preparándonos y, de paso, haciéndole lugar a Marcelo Tomás Barrios. Porque, pese a lo que sostenían los pesimistas, lo mejor está por venir.