Arcos
La eterna noche de la Roja en Sapporo
La tierra se sacudió con fuerza la madrugada del 6 de septiembre en Sapporo. Antes del sismo los medios chilenos que seguimos la gira de la selección estábamos inquietos por el real estado de salud de Arturo Vidal y esa rodilla que cruje cuando la exigen demasiado. Esa tarde Chile entrenaría en el imponente Domo de Sapporo y Reinaldo Rueda, en conferencia de prensa, nos entregaría alguna pista camuflada sobre la formación que enfrentaría a Japón el viernes.
Pero nada de eso ocurrió, porque la tierra se sacudió con fuerza en Sapporo la mañana del 6 de septiembre.
Eran pasadas las tres de la mañana. Un sismo muy extenso comenzó a sacudir la isla de Hokkaido y en especial a su capital, Sapporo. En ese instante no lo sabíamos, pero estábamos en presencia de un sismo 6.7 en la escala de Richter. Los chilenos tenemos experiencia en temblores. Nos sentimos peritos al respecto. Por eso cuando las réplicas se sucedieron, una tras otra, con pocos minutos de diferencia, ya no cabía duda: estábamos en medio de un terremoto.
El Sapporo Park Hotel es un albergue cinco estrellas. Allí estaba alojada la delegación chilena. Cuando llegamos al sitio, en medio de la penumbra, orientándonos con linternas, encontramos calma en el lobby. Los futbolistas no habían bajado desde el piso 8 donde estaban hospedados. Dirigentes de la ANFP, Hugo Muñoz y Andrés Fazio, llamaban a la calma. Estaban todos bien. Había confianza en que la emergencia pronto daría paso a la calma. Pero esta tardó más de la cuenta en llegar.
El jueves fue un día caótico para la Roja. El suministro eléctrico se suspendió junto con el sismo. Pasaron las horas y no se reanudaba. Eso generaba incomodidades manifiestas para la delegación. Se suspendió el servicio de los ascensores. Tampoco había señal telefónica ni de internet. No se podían cargar los dispositivos. Para colmo, tampoco había agua potable. En los alrededores, semáforos apagados, comercio cerrado. Algunos pequeños locales, atiborrados de público, estaban abiertos. Su despensa se agotó demasiado temprano.
La esperanza de disputar el partido se esfumó demasiado rápido. La decisión de no jugar ante los nipones no fue cuestionada por nadie. Las condiciones de la ciudad impedían realizar cualquier tipo de evento. Los chilenos sólo querían abandonar ese hotel, aún sin luz ni agua. Un par de automóviles se estacionaron frente al lobby. Sus luces encendidas servían para alumbrar el primer piso de este hotel cinco estrellas.
Como chilenos nos llamaba la atención la tardanza en la reanudación de los servicios, pero hay que entender algunas diferencias. La matriz energética que predomina en Japón es la energía nuclear. Después del terremoto del 2011, un movimiento de 9 grados en escala Richter, la amenaza de un desastre nuclear por la planta de Fukushima cambió para siempre los protocolos de seguridad en esta nación. Por eso, ante cualquier amenaza de este tipo, las plantas se cierran de inmediato y eso genera un apagón absoluto. Los japoneses lo asumen y aceptan. Por eso, cuando recorríamos las calles de Sapporo, hastiados por la falta de luz, agua, semáforos, internet y locales cerrados, veíamos sólo calma entre los habitantes de esta ciudad. Están dispuestos a esperar un par de horas, un par de días, con tal de evitar una catástrofe mayor.
No hubo partido en Sapporo. La estadía en esta ciudad no será un recuerdo feliz para la delegación chilena. Pero de estas experiencias se aprenden, a menudo, cosas más importante que un partido de fútbol.
PD. Al cierre de esta crónica el hotel donde se aloja la selección chilena aún se encuentra a oscuras.