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Pocas horas antes del estupendo triunfo de Nicolás Jarry ante Frances Tiafoe en la primera vuelta de Indian Wells, Christian Garín terminaba de entrenar con Paul Capdeville en el Club Providencia y entrevistado por los medios se le preguntó por el momento de su partner del equipo de Copa Davis. “No me cabe duda que en cualquier momento vuelve a ganar, es un tremendo jugador”. Fue premonitorio. Jarry jugó su mejor partido del año y eliminó al joven cuartofinalista del Abierto de Australia.

Más allá de la feliz coincidencia y el gesto de compañerismo de Gago, lo importante es disfrutar el nuevo estatus del tenis chileno tras la clasificación a las Finales de Copa Davis y, sobre todo, entender que cuando se está inmerso en el tour de la ATP, en el circuito mayor, como Garín y Jarry, el nivel es tan alto que todos los detalles cuentan y las secuencias de buenos y malos resultados van y vienen. Es parte del paisaje y hay que aprender a convivir con eso.

La clave, como lo demostró el dirigido por Martín Rodríguez fue no perder la convicción. Estar siempre ahí, firme, decidido. Creer en sí mismo y en su equipo de trabajo. El título de dobles en el ATP 500 de Río de Janeiro ayudó a descomprimir y aunque entre las características del singles y el dobles hay un mar de diferencias, reforzó ciertos aspectos básicos (moverse bien, tomar decisiones adecuadas, leer y anticipar el saque, servir bajo presión, pegarle limpio a la pelota, entre otros). Ya en Acapulco estuvo cerca ante el australiano de Miñaur y este sábado de madrugada pudo por fin soltar amarras y vencer al emergente Tiafoe.

Si algo identificó a Jarry la temporada anterior fue su solvencia para encarar los momentos decisivos. En los 90, con Ríos, nos familiarizamos con los big points, los momentos cruciales, aquellos donde quién juega mejor y tiene la cabeza fría, define el partido. Los big points, en un deporte tan competitivo y más en partidos cerrados, fueron, son y serán la llave maestra, el pasaporte al éxito. Frente al joven estadounidense Jarry recuperó un sello de 2018 donde ganó nueve partidos con el marcador 7-5 o 7-6 en el set final.

Por lo general, excluyendo a los tenistas de elite, todos los partidos en un Masters 1000 son duros, estrechos, trabajados. Jarry tuvo su desahogo y ganó su segundo duelo de la temporada (qué innecesario decir, como ocurrió, que no había ganado un solo match en 2019 siendo que el parámetro real es el registro de la temporada independiente de haber comenzado a fines de diciembre) en el segundo torneo más importante de lo que va de calendario. En las grandes ligas. Ahí, donde las papas queman. Donde se comparte el camarín con Federer, Nadal y Djokovic.

En lo específico, y pese a que pudo cerrar antes el partido, Jarry estuvo más estable con su saque, ganó más puntos con el primer servicio que Tiafoe y devolvió mucho mejor que en los últimos partidos. Si transforma estos indicadores en tendencia durante la semana puede ser peligroso para cualquiera incluido Kyle Edmund, quien lo venció en octavos de final del Masters 1000 de Shanghai el año pasado.

Jarry solventó su campaña de 2018 con grandes actuaciones en arcilla y para muchos fue una sorpresa porque por su estatura y características de juego se pensaba que iba a destacar más en canchas duras. Pues bien, y sin olvidar el triunfazo ante Marin Cilic en Shanghai, esta victoria frente a Tiafoe marca una nueva señal de que las pistas de cemento le vienen bien. Un jugador completo que está en proceso de consolidación.

Esta noche cuando salga la programación de Indian Wells y sepamos a qué hora juegan Jarry y Edmund, Christian Garín estará tomando el avión a Miami para preparar su participación en la qualy del segundo Masters 1000 de la temporada. Ambos condujeron a Chile a las Finales de Copa Davis y volvieron a clavar la bandera de Chile en los principales torneos del mundo. Esto recién comienza. Llegaron los tiempos mejores.