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ARCOS

Sálvese quien pueda

Al leer y escuchar diferentes posiciones se percibe que la mayoría no pretende justicia, sino decisiones y cobros a favor, que no es lo mismo.

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Sálvese quien pueda
ANDRES PINA/PHOTOSPORT

Primera advertencia: Si usted cree en las teorías conspirativas, esta columna no le va a gustar. Si usted cree que todo lo que ha ocurrido en las últimas semanas en el fútbol chileno es parte de un ardid en donde están involucrados dirigentes dela ANFP, árbitros, dueños de clubes, políticos y la prensa, yo lo respeto, pero en esta columna no encontrará eso.

Segunda advertencia: Relacionada con la anterior. Si usted cree que la teoría del empate es el principal argumento para defender una idea, esta columna tampoco le va a gustar, porque va orientada exactamente hacia otro sitio muy distinto a esa posición tan habitual, irritante, agotadora, de tratar de empatar todo, todo, incluso las peras con las manzanas.

¿Significa eso que en el fútbol todo se hace bien y sólo hay blancas palomas? Obvio que no. Precisamente hablaremos de eso.

Dicho eso, vamos.

Tras la victoria de la Universidad Católica ante Santiago Wanderers se habló de inmediato que el mal desempeño del árbitro Roberto Tobar respondía, obviamente, a una confabulación para favorecer a Colo Colo, próximo rival de los cruzados en la fecha siguiente y puntero del campeonato. No había otra consideración. No existía la posibilidad de que Tobar hubiera dirigido mal. No pues. Era parte de un ardid para que el Cacique fuera campeón tras un 2020 desastroso.

Cuando Colo Colo es obligado a jugar con lo que tiene ante Audax Italiano debido a un brote descontrolado de covid (ya iremos con ese punto), la respuesta inmediata fue que esta decisión era parte de un complot para perjudicar a los a los albos y favorecer a la UC.

Es decir, los mismos que hace siete días eran los perjudicados por el complot ahora eran los beneficiados.

Se escucharon y leímos cientos de teorías conspirativas y poco sobre el reglamento, ese que decía que los partidos debían jugarse aunque las bajas por la pandemia fueran numerosas, artículo aprobado por la unanimidad de los presidentes de clubes, los mismos que ahora pedían medidas excepcionales que ellos mismos sacaron hace algunos meses de las bases del torneo.

El partido entre Colo Colo y Audax Italiano no debió jugarse. Las condiciones no estaban. Se aplicó la letra sin espíritu, pero fueron los mismos directivos que pedían complacencia los que aprobaron con devoción jugar a toda costa. ¿Qué paso con los motivos de fuerza mayor? Lo sacaron del articulado pues ese fue el argumento utilizado para suspender el año pasado el partido entre Colo Colo y Antofagasta en el Monumental. ¿Lo recuerdan? Se suspendió por el supuesto COVID de un dirigente, no un jugador. No se le permitió el ingreso del equipo forastero al estadio y cuando se volvió a jugar, ganó Colo Colo por la mínima. A vista de todos, una decisión errada y polémica, por eso sacaron la fuerza mayor. Lo que usaron ahora para suspender el duelo de los albos ante Santiago Wanderers (que evidentemente no se podía jugar) fue la adaptación de otro tipo de “fuerza mayor”: terremotos, desastres naturales, falta de garantías en la seguridad.

El reglamento no tiene un punto medio, criterioso, adaptable, que sirva para impartir real justicia. Y acá hay un punto que los dirigentes de Blanco y Negro no pueden soslayar. La situación de Colo Colo es inédita, sin lugar a dudas. Su caso no se parece a ningún otro que haya acontecido. No se parece porque la variante Delta cambia el escenario. Pero Blanco y Negro debe hacerse cargo de la parte que le corresponde: alcanzar más de 60 contactos estrechos y, al menos, nueve jugadores contagiados.

Nadie se quiere enfermar. Nadie es culpable de contraer el virus, menos en una pandemia, pero las instituciones deben estrechar al mínimo las posibilidades de contagio. Tras el triunfo ante la UC, el camarín de Colo Colo contaba no sólo con jugadores y cuerpo técnico. Había familiares, hijos, suegros, amigos, suplentes, reservas, juveniles. Se extraña una autocrítica real por parte de Blanco y Negro por la parte que les corresponde. No aludir siempre, como antes hizo la UC, a la teoría conspirativa para explicar todo. El complot es muy atractivo pues no tiene final, traspasa la responsabilidad a otro lugar y sirve como coartada precisa para ganar o perder: si ganamos, fue pese a la confabulación. Si perdemos, fue por culpa de ese plan. La responsabilidad es propia sólo en los abrazos.

Al leer y escuchar diferentes posiciones se percibe que la mayoría no pretende justicia, sino decisiones y cobros a favor, que no es lo mismo. Se entiende cuando esa postura viene de los aficionados, pero cuando viene de la dirigencia y de los medios de comunicación, se nubla el análisis. Y tras esa espesa bruma, pareciera que todo vale. Y en ese escenario se salva solamente los que pueden.