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Somos Beausejour Coliqueo

Jean Beausejour Coliqueo es un futbolista que decidió terminar su carrera como jugador profesional, como tantos lo hacen año tras año. Es el ciclo inevitable en la vida de un deportista. Pasar de ser jugador a exjugador.

Pero Jean Beausejour Coliqueo no es un futbolista cualquiera.

Probablemente está en el podio de los mejores laterales izquierdos en la historia del fútbol chileno. Algunos lo ubicamos primero en esa lista pero como toda opinión futbolera es parte del debate.

Es el único jugador chileno en anotar goles en dos mundiales diferentes. Convirtió el único tanto en la victoria de la Roja ante Honduras en el debut nacional en Sudáfrica 2010. Cuatro años después, también en el primer partido, marcó el tercero ante Australia en el triunfo de 3-1 del equipo que dirigía Jorge Sampaoli.

Pero eso no es lo que hace especial a Beausejour. Al menos no lo único. El zurdo fue un jugador que traspasó con creces los márgenes de una cancha. Se convirtió en un emblema, en un símbolo y en un líder sin nunca pretenderlo. Es probable que Beausejour no esté consciente de la importancia que tuvo en el deporte nacional a partir de hechos trascendentes como la identidad, el respeto por quiénes somos y sobre todo por nuestros ancestros, de dónde venimos.

Decir nuestro nombre en voz alta da pistas de la hebra que debemos seguir para entender quiénes somos, necesaria acción para saber dónde queremos ir. Beausejour Coliqueo es hijo de un hombre haitiano y una mujer mapuche. En un país clasista, discriminador, prejuicioso, intolerante, su figura era un choque frontal contra los estándares establecidos. Porque Chile aún tiene un grave problema de aceptación con la tez demasiado oscura, con la raza negra. Beausejour era el “negrito”. Así lo trataban todos, incluso los medios de comunicación, escondiendo su racismo en tonos simpáticos.

Fue y sigue siendo un defensor de la causa mapuche, aún con más fervor, por la influencia de su familia materna, oriunda de Freire. En una entrevista concedida a radio ADN hace algunos años confesó que sufrió más discriminación “por ser mapuche que por ser negro”. Inolvidable es el partido que juega la Selección en Temuco, a las pocas horas del asesinato del comunero Camilo Catrillanca, en que entra a la cancha con la camiseta Roja y su apellido materno, Coliqueo. Una señal, un emblema, un símbolo de contundencia imperecedera.

Jean André Emanuel Beausejour Coliqueo no representa el nuevo Chile. Representa el Chile que siempre hemos sido. Eso somos. Mezcla, fusión, mestizaje, culturas, idiomas, pasado, presente y provenir de un país que muchos no querían mirar y que a partir de la carrera de este jugador ya no pudieron seguir evitando.

Con un discurso social más que político, cultural más que beligerante, directo más que histriónico, supo siempre dejar en claro su posición en un país donde se le exigía al deportista separar su pensamiento de su actividad profesional, como si no fueran ciudadanos de la misma nación. Dijo Beausejour, el día que Chile fue campeón de América por primera vez en la cancha del Nacional, que se alegraba de despertar alegría en un sitio que alguna vez fue utilizado para provocar pena y dolor. Y lo dijo mirando el memorial de los Detenidos Desaparecidos en Dictadura.

Pudo jugar bien o mal, tener mejores rendimientos o peores. También tuvo incidentes en su carrera, como en recordado bautizazo. No pretendió ser ejemplo para nadie ni menos ser un jugador incólume. Pero Beausejour Coliqueo siempre supo de dónde venía, quién era y gracias a eso, supo dónde ir, cerrando una carrera con nueve títulos, dos campeonatos de América, una Copa de Liga y una FA en Inglaterra.

Se ganó el respeto por el que tanto luchó, en memoria de sus ancestros y su origen. Todos somos como Beausejour Coliqueo, aunque a algunos les irrite mirarse a sus propios ojos y reconocerse.