La generación dorada de Chile que nos falta reconocer
Cuando Patricio Martínez se fue a España, a fines de los 90, el balonmano profesional en Chile prácticamente no existía. De hecho, el propio Martínez contó una anécdota en el documental “Voy y vuelvo” de Canal 13, que se emitió hace alrededor de una década: “Cuando llegué a las juveniles del Barcelona fue duro porque nadie conocía el balonmano chileno. Nos despreciaban solo por eso. Era como: ¿qué haces aquí?”. Aunque pensó en armar su maleta y devolverse a Chile, Martínez resistió. Gracias al balonmano, recorrió el mundo, aprendió cuatro idiomas, formó una familia y se convirtió en el símbolo de una generación brillante.
Martínez fue seguido en Europa por Marco Oneto, Emil Feuchtmann, Rodrigo Salinas y Erwin Feuchtmann, que partió a los 17. Después, por Esteban Salinas, Víctor Donoso, Sebastián Ceballos y varios que se sumaron en el camino. Muchos de ellos también se enfrentaron al anonimato y la precariedad: “Robaba comida y robaba para vestirme porque no tenía plata”, contó Marco Oneto en 2019 en una de las entrevistas más sinceras de su carrera. Una historia que aún conmueve.
Esta Selección pasó de ser quinta en Santo Domingo 2003 y Rio 2007 a conseguir tres medallas panamericanas consecutivas. Bronce en Guadalajara 2011 y Toronto 2015, y plata en Lima 2019. En Perú emocionó con el triunfo ante Brasil (la gran potencia del continente) y batalló hasta último momento contra Argentina en la final. La convicción y garra de esas noches en la Videna serán difíciles de olvidar... y aún queda Santiago 2023.
Esta Selección ganó cinco medallas consecutivas en los Juegos Suramericanos, con una plata incluida en Asunción 2022, y clasificó a siete mundiales seguidos (antes de eso, Chile nunca había ido a una Copa del Mundo). En 2019 terminó entre las 16 mejores del planeta. Quienes también somos fanáticos de otros deportes, como el fútbol, entendemos muy bien lo complejo que es ver a nuestro país en la élite durante tanto tiempo. Y esta Selección, sin cámaras ni reconocimientos, se ha mantenido al máximo nivel durante casi dos décadas.
En el transcurso de los años hubo diferencias internas que se reconocieron públicamente, pero también hubo sacrificios desconocidos. Calendarios apretados, viajes agotadores, lesiones, gestiones insólitas para conseguir la estadía en Santiago, renuncias a un sueldo o la distancia con las familias. En la entrevista mencionada anteriormente, Oneto lo retrató así: “Me fui cuando mi hermana pequeña tenía 13 años y ahora tiene 30. Durante 11 años no bajé en Navidad y el precio fue alto”. El éxito de la Selección no fue casualidad.
Con ese esfuerzo y trabajo, este grupo le dio prestigio al deportista chileno en Europa y hoy son cada vez más los jugadores y jugadoras que pueden emigrar a competir en el extranjero. Y también, claro, le dio seriedad y profesionalismo a una Selección que fue amateur.
Después de que esta Selección perdiera la final de la Presidents Cup 2023, y cuando aparece uno que otro chaquetero, lo más fácil sería criticar o simplemente omitir estas palabras. Sin embargo, como hace dos años, es necesario refrescar la memoria porque varios de los integrantes de esta generación aún son los protagonistas, pero el día que no estén, Chile mantendrá un estatus construido a pulso. Y eso sí es dejar un legado, eso es ser una generación dorada. Quizás deberíamos valorarlo más.