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Se supone que esta columna es sobre deportes. Y esta también lo será porque hablaremos de un narrador deportivo. La gran trampa que esconde el análisis deportivo cuando está bien relatado, es que nunca hablamos sólo de la pelota. Hablamos de todo lo que representa. Y eso es un espiral infinito, apasionante, impredecible.

Inconmensurable será el legado de Patricio Bañados. Sin dimensión. Las aristas de su trabajo son tan amplias que resulta inabarcable, imposible de encasillar. Porque para referirnos a Bañados podríamos detenernos en el periodista que un día, en plena dictadura, dijo que no iba a leer una noticia porque lo redactado no era cierto. Podríamos poner un punto en el rostro de la campaña del NO en el Plebiscito de 1988, cuando buscaban un conductor que fuera valiente y creíble. Ninguno mejor que Patricio Bañados para ese rol. O el conductor de programas como El Mirador u Ovni, un espacio que al principio miraba con recelo y que terminó transformando en una joya de estructura dramática. O en el experto en música clásica a través de la radio Beethoven.

Pero el trabajo de Bañados mantuvo un ancla imperecedera en el periodismo deportivo. Su voz fue la primera en acompañar los relatos del Mundial de 1962 jugado en nuestro país, en las incipientes transmisiones televisivas. Otro Chile, otra industria, otro mundo. Cuatro años después, Bañados fue el locutor central para Latinoamérica de las transmisiones de la BBC para el Mundial de Inglaterra 1966. El legendario relator colombiano, Andrés Salcedo, no tenía empacho en reconocer que su gran influencia era un narrador chileno, poseedor de un estilo muy diverso al suyo, pero dueño de una voz inigualable, un eximio uso del lenguaje y un bagaje cultural que siempre, pero siempre, siempre, suma en cualquier relato. También acompañó al equipo chileno de Copa Davis en la legendario semifinal contra Suecia, con protestas activas contra la dictadura.

A Patricio Bañados no se le cayó ninguna corona por ser un futbolero apasionado, de esos que aman el fútbol a ras de suelo, armonioso, bien ejecutado, como una verdadera partitura.

Se fue, quizás, el mejor de todos los comunicadores chilenos. Uno que era capaz de conmover con ese tono inconfundible, conjugando con prestancia eso de que no es necesario gritar para que el mensaje sea claro, no es requisito ser virulento para ser respetado. No es menester crear pirotecnia falsa para alumbrar.

Buen viaje Patricio Bañados. Este país no le retribuyó todo lo que le debemos.