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Los torneos largos, buenos o malos, intensos o fomes, tienen un halo de justicia incuestionable. El campeón, al cabo de 30 fechas, es el mejor equipo del torneo. Y Huachipato lo fue. El equipo que más puntos sumó, el que más partidos ganó, el que mantuvo una forma de juego y fue animador durante casi todo el certamen, con una maciza segunda rueda.

Una de las virtudes del equipo adiestrado por Gustavo Álvarez es que se afianzó como una fuerza colectiva. Huachipato tuvo muchos jugadores en un alto nivel, pero ninguno que fuera superlativo. Un equipo parejo, con un arquero que ataja, con laterales que destacaron, como Felipe Loyola, con centrales eficientes, con una mitad de la cancha recuperada donde brillaron Montes, Martínez, Palmezano, y atacantes con oficio como Rodríguez y Martínez. Un equipo de buenos jugadores, asociados en una idea.

Y ahí destaca lo del técnico Álvarez. Porque en pleno torneo perdió a Javier Altamirano, quien hasta ese momento no sólo era el jugador más destacado de su escuadra, sino uno de los mejores del torneo. Y Álvarez, a diferencia de otros entrenadores, no se quejó, no busco coartadas ni atajos. Asumió, rearmó las piezas y no perdió la forma.

Podemos caer en el discurso fatalista de que el campeonato chileno no genera buenas campañas a la hora de competir en el continente. Ese es otro debate que seguramente encontrará consenso. Pero en el contexto de este 2023, Huachipato fue el mejor de todos en la liga local.

Dicho esto, destacando las virtudes y cualidades de sus jugadores y del cuerpo técnico, no se pueden obviar las maniobras que ha realizado su dirigencia en los últimos años, que sólo reflejan la estructura del fútbol nacional. Porque hace un par de temporadas el equipo de usina descendió en cancha y una leguleyada le permitió jugar una liguilla de promoción, donde el desenlace en cancha fue, al menos, poco transparente. Un penal extraño, un escándalo que repercutió en los cimientos del referato nacional a contar de ese partido. Huachipato debió descender esa temporada y no lo hizo. Así como su relación casi incestuosa con la Universidad de Chile y el puente que orquesta Fernando Felicevich, el representante más fuerte del país, para traspasar jugadores de un club a otro con llamativa frecuencia. Para la U el mercado de pases arranca, sí o sí, con Huachipato. Y viceversa. Todo esto permitido y avalado por el reglamento. Todo legal, como el libro de Carlos Tromben e Ignacio Schiapacasse.

¿Por qué lo hacen? Porque pueden. Y hay que reconocer que mal no les ha ido, porque son los merecidos campeones del 2023.

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